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No podemos curarnos de un trauma si seguimos alimentando ese trauma con pensamientos que solo intensifican el dolor. Enfrentar una pérdida dolorosa sin hacernos daño es una tarea que requiere un profundo entendimiento de nuestras emociones y la narrativa que nuestra mente construye porque las emociones siguen fielmente la historia que nuestra mente les cuenta.
Es vital que observemos cómo nos tratamos a nosotros mismos en momentos de duelo y que hagamos los ajustes necesarios para no empeorar el sufrimiento. Es natural sentir dolor emocional ante una pérdida; nuestro cuerpo lo percibe incluso antes de que nuestra mente forme una opinión al respecto. Sin embargo, nuestra mente tiene el potencial de convertirse en un refugio de consuelo en lugar de un perpetuador de la fatalidad.
Muchos de nosotros tememos hacer cualquier pequeño cambio en nuestras vidas porque asociamos el cambio con la pérdida y la vemos como una tragedia insuperable. Aunque, por ejemplo, la muerte es una parte inevitable de la existencia tendemos a verla como una injusticia que nos priva de lo que valoramos. Sin embargo, existen formas de aceptar los cambios que la vida nos impone sin causarnos más daño. Podemos permitir que las emociones fluyan, se desvanezcan, evitar aferrarnos al dolor, al arrepentimiento y dejar de alimentar el sufrimiento que sigue a la pérdida.
Si vivimos con el temor constante a la pérdida, ese miedo nos robará la alegría de vivir. Piensa en esto. Todos la hemos experimentado en diferentes formas a lo largo de nuestras vidas. Vivir significa aceptar que es parte del proceso, que cada momento presente reemplaza al anterior y que las emociones que una vez nos abrumaron eventualmente se disipan.
Las personas vienen y van y después de perder a alguien cercano nuestra mente a menudo busca formas de revivir el dolor, pero en lugar de seguir ese camino, nuestra mente tiene la capacidad de ayudarnos a sanar. La mente es clave en el proceso de curación, pero necesita
ser guiada. Para ello, Don Miguel Ruiz, escribió “El camino del duelo” que trata de “cómo evitar un dolor innecesario tras una profunda experiencia de pérdida”. “El duelo o pena es nuestra respuesta emocional. Es nuestra forma de procesar acontecimientos dolorosos y también una forma de sanar. Nos ayuda a ver, sentir y medir nuestra fuerza emocional. Podemos seguir adelante a menos que optemos por no hacerlo, “puede que sepamos que no es así, pero creemos que debemos sufrir en nombre de lo que hemos perdido” dice.