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Analistas 27/11/2023

El Infierno

Lewis Acuña
Periodista

“Nacemos, crecemos, espoleados por el afán, creyendo que vamos detrás de un amor, una fortuna, una vocación, hasta que en la madurez se toma conciencia de que no perseguimos nada, que nuestros días no son otra cosa que una huida de la muerte, de cuyas manos resbalamos al nacer y que, de manera irremisible, nos aguarda en un recodo del camino”.

Carmen Mola no es una mujer. Son tres hombres. Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero. Crearon y se mantuvieron en secreto, tras el seudónimo de la escritora durante varios años, cinco novelas -esta la sexta- y varios premios que les hacen merecer ser llamados “el fenómeno español de la novela negra”.

Me encuentro frente a frente con ellos. Han venido a Bogotá para promocionar su libro y, retomando una de sus frases, pregunto ¿En el infierno, el único demonio es el hombre?

No. No es el único. Ahí hay varios. Desde luego la novela juega con la reflexión sobre el mal encarnada en el demonio y una de las grandes intrigas de la novela que se desvelan las últimas páginas es quien es ese demonio. Porque efectivamente es un nombre concreto. Pero “El Infierno” es un título ambivalente como hacíamos en “La Bestia”, nuestro anterior novela. Aquí hablamos del infierno de la esclavitud. Hablamos del infierno del ejercicio sádico y desconsiderado del poder de la desigualdad social, por supuesto y particularmente en esta novela, hablamos de los infiernos amorosos, que los hay también.

¿Qué nos dice “El Infierno” del amor?

El amor es uno de los grandes entes sanadores del mundo, el amor nos acompaña, el amor nos hace mejores, pero el amor también tiene su parte cruel. El amor no correspondido o el amor que a pesar de ser correspondido está lejano, o el amor impuesto. Entonces también los infiernos del amor todos los conocemos.

¿Y del odio?

Del desprecio a la vida humana, o sea, creo que sobre todo hay una cuestión de una relación de poder que está muy marcada a lo largo de toda la novela y es como unos seres humanos se sitúan por encima de otros. De alguna manera, establece una frontera entre los que son iguales y los que no son iguales y a los que no son iguales les pueden hacer lo que les dé la gana, es el caso de la esclavitud.

“No hay dios, no hay santos, tampoco ángeles ni demonios. No hay monstruos ciclópeos, sirenas, apariciones marianas, seres de otro mundo que nos manejan como títeres y llevan el timón de nuestro destino. Solo existe nuestra imperiosa necesidad de encontrar un porqué a la vida. Al dolor. A la muerte”. El infierno.

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