InsideEN VIVO
Logo Inside El presidente Trump anuncia sus medidas arancelarias
VER AHORA
Analistas 31/03/2025

Es el “tonito”

Lewis Acuña
Periodista
La República Más

El tono mata más conversaciones que cualquier sentimiento. Ese “tonito” es el arma contundente para muchas relaciones de pareja, trabajo, amistad, familiar o social. Es lo que queda flotando después de que ya nadie recuerda las palabras exactas. No fue lo que se dijo, fue lo que se hizo sentir. Sorprende que no terminemos de entender su fondo, aunque su forma si puede ser intencional: el tono es el mensaje.

No es lo que uno dice, es cómo lo dice y es claro que el contenido queda fácilmente opacado por la forma. Solo hay que recordar la vez que el jefe no necesito levantar la voz para ofender o la hipocresía en un “gracias”. Cuando el tono es hiriente, irónico o altanero, distorsiona el contenido real de lo dicho. La intención puede ser buena, pero el tono la deforma.

Lo que escuchamos nos llega filtrado por lo que sentimos y en medio de esa distorsión, una conversación necesaria puede terminar siendo percibida como una amenaza. Ese modo no lo activa el contenido, sino el tono. Por eso, cuando una voz suena a juicio, a superioridad, a amenaza o a indiferencia, lo primero que hace el cuerpo no es comprender, sino defenderse. Es automático. El tono invade como una vibración, y según lo que comunique -cercanía o desprecio- abrirá la puerta o la cerrará en la cara.

Lo peor es que casi nunca somos conscientes de ello. No escuchamos nuestro tono. Solo vemos que el otro reacciona “mal” y respondemos con más fuerza, más frialdad o más distancia. En lugar de hacernos cargo del impacto que provocamos, culpamos al otro por cómo lo tomó. Es ahí donde la conversación se transforma en un campo minado. No estamos discutiendo; estamos huyendo. No hablamos para entendernos, sino para no perder.

El tono es el que habilita o bloquea la escucha, y con ella, la posibilidad de construir una relación distinta. Podemos tener razón, incluso decir lo correcto, pero si el tono transmite superioridad, fastidio o impaciencia, no hay verdad que sobreviva. Solo silencio o contraataque. Pero el tono se puede transformar intencionalmente.

“No me hables en ese tono -El arte de conversar bien para mejorar nuestra vida-” de Ricardo Gómez habla del tono como herramienta relacional, moldeada por aprendizajes previos, heridas no resueltas y mecanismos de defensa que operan a velocidades que la razón no alcanza. Su transformación no depende de técnicas comunicativas, sino de un trabajo emocional, porque sí importa. Siempre ha importado. “Es el tonito”.