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La pregunta para hacerse no es si se tiene apego, sino cuál es el tipo de apego que se tiene. ‘Las personas seguras se sienten a gusto en situaciones de intimidad. Suelen ser cálidas y cariñosas. Las ansiosas, anhelan la intimidad, tienden a obsesionarse con sus relaciones y acostumbran a dudar de la capacidad de su pareja para corresponder a su amor. Las evasivas, en cambio, equiparan la intimidad con una pérdida de independencia y se esfuerzan constantemente en evitar el acercamiento”. No deber sorprender identificarse con alguna de estas descripciones. Son los tres tipos de apego. Seguro, ansioso y evasivo.
El apego no es malo en sí mismo y comprender su funcionamiento es el modo sencillo y fiable de predecir la conducta propia y la de cualquier persona en un contexto romántico, sin crisis o dramas. Es el apego adulto gestado desde la infancia e incrustado en los genes como parte de la evolución humana. Una herencia del Homo sapiens y su cerebro emocional desarrollado para actuar en un entorno amenazante y necesario para superar los peligros que afrontaba. Estar vinculado a alguien es programarse para buscar apoyo en el otro y asegurar una proximidad psicológica y física. Cuanto más ‘eficiente’ es la dependencia mutua, más independencia y valor adquieren para afrontar la vida. Es ‘la paradoja del apego’. En otras palabras. ‘Si quieres coger la vía de la independencia y la felicidad, busca a la persona idónea de la que depender y transitarla a tu lado’. Se puede entender mejor con el llamado ‘experimento de la situación extraña’.
Una mujer y su hija de un año entran a una habitación llena de juguetes. Son recibidas por una joven amable y dulce. La niña gatea libre y confiada. Explora varios juguetes. Está maravillada. Voltea a ver a su mamá ocasionalmente y sigue avanzando. Cuando está distraída la mujer sale del lugar. Al notarlo, la pequeña se apresura hacia la puerta. La golpea, llora. La joven trata de calmarla con voz tierna y una caja de pequeñas piezas. Se las tira encima. La mamá vuelve. La niña se abalanza a sus brazos. Se calma y de nuevo gatea libre y confiada. Es la ‘base de seguridad’. El sentimiento de tranquilidad que da el respaldo de alguien en quien se puede confiar plenamente. Un requisito para explorar, crecer y aprender. Siendo adultos, para afrontar situaciones nuevas y retos difíciles.
“Maneras de amar” te enseña la ciencia del apego y el tipo de persona que deberías encontrar para ser tu base de seguridad.