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“México, 30 de septiembre de 1966. No te había contestado porque la novela me dejó una cruda horrible: de pronto me asaltó el terror de que en realidad no había dicho nada en 500 cuartillas y me encerré con el neurótico propósito de hacerla otra vez de otro modo. (…) La mandé sin mostrársela a nadie. Te imaginarás cómo estoy todavía esperando que los lectores de Sudamericana me manden a decir que es una mierda”.
Cuatro amigos: dos premios Nobel de Literatura, dos que lo merecían. Tres que fallecieron, uno que cumplió 87 años. La memoria inmortalizada en cartas.
“Después de este mundo terrible que estuve manoseando durante catorce meses -después de haberlo madurado durante 17 años-, he quedado como el aire. Estoy esbozando unos raros cuentos, hechos con mis nostalgias de Europa, que no sé si resultarán mientras restauro las finanzas. Por ahora estoy haciendo trabajos espantosos en publicidad y la situación mejora, pero cada día me convenzo más de que este no es mi camino. ¡Lo que quiero es escribir, carajo! Fíjate que los últimos días de Cien años de soledad empecé a hacerme el pendejo, y quería seguir escribiéndola toda la vida, en cien tomos, para no tener que enfrentarme otra vez a la pinche realidad cotidiana”.
Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabo y Mario Vargas Llosa. Una enorme colección cronológica de cartas de 1959 a 1975 en la que, para la fecha de su escritura, brilla la intimidad. En ellas hablaron de la lógica de “Rayuela”, la forma de “La Ciudad y los perros”, la profundidad de “Zona Sagrada”, la incertidumbre por “Cien años de soledad”. De política, de viajes, de placeres. Se dieron ánimo y fuertes críticas.
“Y en cuanto a Cien años, estoy un poco aturdido: ¡ya fue un cañonazo! Sudamericana agotó la primera edición de 10.000 ejemplares en tres semanas, solamente en el Cono Sur, y ya hay segunda edición. México pidió 4.000 ejemplares que no alcanzaron a surtir completos, y se está vendiendo como pan. Lo que más me gusta es que no hubo tiempo para esperar las críticas: se ha vendido a pura propaganda de boca. Créeme que le tenía mucha confianza a este libro, pero no creí nunca que saliera con esta fuerza explosiva”.
Estas cartas preceden al puñetazo que separó por siempre a Llosa y Gabo y a la muerte de Cortázar y de Fuentes, quien escribió en el 67 “la historia solo se hace verdaderamente histórica cuando se hace literatura”. “Las cartas del boom” son la literatura de esa historia de amistad, una, histórica.