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Mucho le debe el fútbol a Celia Cuccitini. — ¡Métanlo! — gritaba. —¡Es muy chico!— Le respondían. — ¡Métanlo, les va a salvar el partido!—Insistía. Su nieto tenía cuatro años. Al equipo infantil le hacia falta un jugador y el entrenador no veía en ese pequeño una opción, pero cedió ante la perseverancia de la ‘doña’. Dos goles marcó en el partido.
Solo viviría para verlo y acompañarlo hasta los once. Estuvo con él a los ocho cuando fue diagnosticado con un problema grave de crecimiento. Vivió la angustia económica de toda la familia por no poder pagar todo el tratamiento. Era tan costoso que tampoco podían hacerlo ninguno de los equipos que se interesaron por su enorme talento, incluyendo el River Plate.
El tratamiento además de costoso exigía mucha disciplina. Una inyección cada noche. Era doloroso. Sus padres lo hicieron al principio, luego, solo. No falló. Dos años llevaba con la incertidumbre de una carrera que parecía terminar junto a los fondos para las ampolletas. Tenía 13, cuando la posible solución llegó a costa de dejar lejos -muy lejos- todo lo que conocía, lo que amaba. Cambiar de continente y tratar de ser descubierto por un equipo con los suficientes fondos fue el último recurso de la familia. ‘Quiero jugar al fútbol’ se convirtió en su lema, el escudo contra tanta adversidad y un destino que parecía jugarle en contra.
‘Me tomó 17 años y 114 días triunfar de un día para otro’ afirmó de una forma genial. Una confianza en sí mismo ganada con humildad. Había entonces debutado como el jugador hasta ese momento más joven en un partido profesional del equipo que decidió apostar por su salud y su magia con el balón. Habían pasado cuatro años desde su llegada a ese país lejano. Aunque todo parecía mejorar, en el transcurso hasta su debut, su grupo vital tuvo que dividirse. Su mamá y sus tres hermanos volvieron al país de origen. Un dolor más fuerte pero distinto al de las inyecciones diarias que debió asumir con la misma disciplina, con la misma excelencia que lo hacían consciente de que poco a poco se estaba convirtiendo en alguien mejor.
— ¡Se los dije!— 33 años después podría gritar doña Celia. Perseverancia, disciplina, confianza, humildad, empatía, amistad, liderazgo, excelencia, familia y gratitud. Son ‘los 10 del 10’. Los valores que antecedieron a ganarlo todo. Los que formó con la experiencia de la vida, de la que hoy como ejemplo habla este libro para cualquier niño que inicia el camino y del que podrá decir: ¡Messirve!