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En pleno apogeo del Gran Terror estalinista a finales de 1930, en una provincia de Moscú, se convocó al pueblo para apoyar y rendir homenaje a Stalin, el gran líder. Las personas, prácticamente obligadas por el miedo, llenaron el lugar. Saben que están siendo observadas con detalle por la policía secreta y sin remedio deben estallar en aplausos tras sus palabras.
Pasan cinco minutos. Nadie se detiene. “Las palmas de las manos estaban irritadas y los brazos levantados ya empezaban a doler. La gente mayor jadeaba de cansancio (…) Sin embargo, ¿quién se atrevería a ser el primero en parar?”, dice el relato. La escena continua por seis, ocho, diez minutos. “¡Ahora ya no podían parar hasta que se derrumbaran de un ataque al corazón! (…) Con un entusiasmo fingido en la cara mirándose unos a otros con una débil esperanza, seguirían aplaudiendo hasta que cayeran allí donde estaban”.
Once minutos. Un viejo agotado se rinde. Se juega la vida, deja de aplaudir y se sienta. No pasa mucho más para que todos lo imiten. Esa misma noche la policía secreta lo arresta y lo envía a un campo de trabajos forzados por 10 años. Su interrogador le recordó: “¡nunca seas el primero en dejar de aplaudir!”.
Esto es lo que la red de información soviética les hizo a millones de personas durante décadas. Revela de una manera dramática un hecho vital y perturbador de las redes de información que tumba la “idea ingenua” sobre ellas: la información se suele usar para crear orden, y no para descubrir la verdad. Mientras esa “prueba del aplauso” no descubrió la verdad acerca de nadie, fue eficiente para imponer orden y de obligar a las personas a comportarse de una manera determinada.
Las redes de información son el eje central de “Nexus”, el nuevo libro de Yuval Noah Harari. Asegura que “debido a que favorecen el orden por encima de la verdad, a menudo las redes de información humanas han generado mucho poder pero poca sabiduría” y para argumentar esa tesis hace un recorrido de ellas desde la edad de piedra hasta la Inteligencia Artificial, sobre la que tiene una perspectiva positivamente contenida.
“Hemos creado una inteligencia ajena no consciente pero muy poderosa. Si la manejamos mal, la IA podría extinguir no solo el dominio humano sobre la Tierra, sino la propia luz de la consciencia y convertir el universo en un entorno de oscuridad absoluta. Es nuestra responsabilidad impedirlo (…) si somos capaces de crear redes de información equilibradas que mantegan a raya su propio poder”, dice.