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Este viernes 22 de marzo se realizará la asamblea general de accionistas de Ecopetrol, donde la Nación, representada por el Gobierno, tiene 88,49% de las acciones. Ya se han criticado tanto la decisión de la asamblea extraordinaria del pasado 10 de enero, que relajó los requisitos para pertenecer a la Junta Directiva, como los perfiles y competencias de los nuevos candidatos del señor Presidente de la República. Ahora, la propuesta, adicional a la de seguir relajando la Junta con una nueva política de sucesión -que incluye la presidencia - y de reducirle poderes a la asamblea para decisiones patrimoniales, es ampliar el objeto social de la empresa a energías no convencionales renovables, componentes oxigenantes, hidrógeno y carbono, campos que requieren mucha inversión en investigación científica y tecnológica, así como capacidades organizacionales.
Kenneth Arrow, Nobel de Economía en 1972, explicó que la innovación y el desarrollo tecnológico resultan de un proceso de aprender haciendo -learning by doing- que requiere tiempo, dinero y múltiples esfuerzos y ensayos. Alfred Chandler demostró que incursionar en negocios no relacionados requiere mucho aprendizaje para crear capacidades organizacionales, y esto generalmente resultó mal en grandes corporaciones. La evidencia histórica muestra que las empresas enfocadas en su negocio central -core business- sobreviven y tienen mejores desempeños, creando capacidades para aprovechar economías de escala y alcance. Recordemos el caso de Bavaria que, en la segunda mitad del siglo XX, diversificó su operación en múltiples negocios que crearon problemas de coordinación y liquidez. Bavaria se vio forzada en 1997 a escindir la producción de cerveza de los demás negocios que pasaron a Valorem para sobrevivir.
Todo riesgo emerge de una decisión, tal como lo enseñara el gran sociólogo Niklas Luhmann, y en este caso, el cambio de estatutos primero implicaría un crecimiento orgánico de la estructura para las nuevas energías, que haría más compleja la administración de la empresa y crearía un ambiente competitivo con luchas presupuestales, así como conflictos de interés entre la nueva estructura y el negocio de hidrocarburos. Esto imposibilitaría desarrollar sistemas cooperativos esenciales para el desempeño como explicó el gran pensador clásico de la administración Chester Barnard. Segundo, obligaría a grandes inversiones en I+D en campos donde Ecopetrol carece de experiencia y del músculo financiero para crear competencias centrales -core competences-. La repartición de dividendos, que propició la caída de la acción, así como la reducción de utilidades en 42,8% -pasando de $33,4 a $19 billones-, no deja ver fuentes de financiación. Difícilmente MinCiencias tendría cómo ayudar, no solo por su precariedad presupuestal y estratégica, sino porque la ministra Yesenia Olaya está ocupada explicando en la Comisión Cuarta de la Cámara de Representantes “las actuaciones misionales y planeación estratégica del Ministerio, así como las condiciones y denuncias de naturaleza laboral que se han presentado en la entidad”.
¿Será capaz Ecopetrol de manejar nuevos negocios con una Junta menos experta y sin trayectorias tecnológicas en los nuevos campos energéticos? ¿No hay aprendizajes en el errático manejo de Bioenergy en el grupo empresarial, que llevó a Ecopetrol ante tribunales internacionales por fallos de responsabilidad fiscal? ¿Qué intereses tiene el gobierno del cambio en la desprofesionalización del gobierno corporativo de la empresa? Juan Carlos Echeverry, en su reciente libro ‘Salvar a Ecopetrol’, muestra una fascinante lección de liderazgo, que seguramente necesitaremos si es que este gobierno no acaba con la empresa. De esta asamblea puede quedar Ecopetrol en alto riesgo de volverse CO2.