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Si bien la ejecución de la convocatoria 957 para grupos e investigadores es un desastre y no se escuda con los subterfugios de la viceministra Ana Lucia Caicedo, me parece apropiado brindar una reflexión histórica y filosófica para ilustrar lo inconveniente que resulta seguir participando en la medición de MinCiencias. En 2002 hice mi práctica profesional en el Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, OCyT, verificando que la información de proyectos y productos de la base Caldas 2000 estuviera bien registrada en un set de dos aplicaciones llamadas CvLAC y GrupLAC. Sin saberlo, iniciaba mi carrera profesional apoyando la sistematización de ScienTI Colombia que materializaba una política que emergió hacia 1992 en Colciencias bajo la tutela de uno de los más egregios científicos que ha tenido Colombia: José Luis Villaveces.
La política buscaba darle libertad e independencia de las burocracias universitarias al actor grupo para vincularse a programas nacionales de investigación. No era una arbitrariedad, sino el reconocimiento y legitimación de una forma organizacional de colaboración científica que evolucionó desde los tiempos de Mutis y Caldas. Ya en 2005 la dirección de Colciencias usaba a conveniencia la información de ScienTI, por ejemplo, vitoreando haber logrado la meta de la misión de sabios del 94: tener 1% de la población colombiana como investigadores porque habían 40.000 CvLACs. Pero los filtros en el OCyT con una definición de investigador nos daban apenas 13.000. Luego vino la pirámide invertida en la que la mayoría de grupos lograron la máxima calificación, en parte por la disfuncionalidad del algoritmo que calculaba la clasificación, el Scienticol.
Con Xavier Polanco, uno de los asesores de Colciencias en la creación de la política de grupos en los 90 demostramos en una publicación en Scientometrics en 2010 que el Scienticol era inoperante frente a las dinámicas de la producción científica. Un año después publicamos con Diego Chavarro el artículo: Policy Change in the Colombian Research Evaluation System of Research Groups: the Need for a Different Route. Para entonces había sido testigo de incontables estratagemas y engaños al sistema que incluían vincular la producción de investigadores homónimos como propia, usar investigadores extranjeros para aumentar el volumen de registros o armar libros endogámicos en masa con el trabajo de estudiantes. Nos propusimos demostrar que la medición y su uso instrumental como parte de la acreditación de las universidades desviaba la intención primigenia de la política de grupos, como expusimos en una publicación de 2013 que titulamos “Los grupos de investigación en Colombia. Sus prácticas, su reconocimiento y su legitimidad”.
Con el cataclismo ético creado por las publicaciones depredadoras y sus corporaciones distintivas Mdpi y Frontiers, en las que poner cualquier PDF es cuestión de pagar el APC -lo comprobé siendo editor en Frontiers-, aunado a que ahora los artículos los hace el ChatGPT, y que no había la más mínima intención de depurar Publindex, ni de corregir el Decreto 1279 de 2002 y las políticas universitarias que remuneran y pagan para incrementar el número de productos -no su calidad-, llegué a la conclusión, como lo publiqué en el Observatorio de la Universidad Colombiana en 2022, que había que acabar con la medición de investigadores y grupos. Ahora impera el efecto foto, en el que grupos y universidades acicalan sus indicadores para quedar bien, y el efecto espejo, en el que se cree que la realidad la da la clasificación, como lo propusieron Constanza Pérez, Nubia Patarroyo y Astrid Jaime en un excelente artículo de 2022 sobre la medición de grupos de investigación.
Pensando desde el determinismo de Spinoza entiendo que el comportamiento de los grupos no es consecuencia de su libertad sino de una causa anterior que subyace en la obsesión por sacar la mejor foto en una medición que impone un orden artificial sobre procesos naturales complejos.
Spinoza podría argumentar que estas evaluaciones no capturan la verdadera esencia de los investigadores, ya que están basadas en criterios de cantidad y no en la comprensión profunda de la naturaleza de su trabajo.
En su Ética, Spinoza sostiene que la libertad y virtud radican en entender la necesidad de las cosas y actuar en consecuencia. Reflexionando desde Locke evidenciamos que la medición obstaculiza el derecho natural a la libertad de formas de pensamiento y producción para explorar, experimentar y desarrollar la potencia -diría Spinoza- de investigar para brindar genuinos avances a la ciencia. Asimismo, con el conocimiento que nos da la experiencia sobre las consecuencias de imponer métricas que distorsionan las motivaciones y objetivos naturales de la investigación, podemos afirmar con Locke que tenemos derecho a la desobediencia civil y no participar más en las convocatorias de medición como mecanismo para arrostrar la ofídica administración de Yesenia Olaya en MinCiencias.