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ANALISTAS 07/01/2025

El Observatorio de la Universidad Colombiana y los puntos sobre las IES

Luis Antonio Orozco
Ph.D Profesor Universidad Externado de Colombia

Carlos Mario Lopera Palacio es un apasionado por las Instituciones de Educación Superior, IES. En 2007 fundó El Observatorio de la Universidad Colombiana, un portal de noticias, análisis e indicadores, reconocido por el Banco Mundial, la Ocde y el sistema de educación superior colombiano. Recientemente publicó "Los puntos sobre las IES", un libro obligatorio para quienes quieran entender y pensar críticamente la universidad. Es una lectura aguda que se sustenta en exquisitas citas de filósofos como Kant, Voltaire o Whitehead, escritores como Twain o Carroll, pensadores de la administración como Drucker, Mintzberg, Weick y March y los que podemos llamar universitólogos como James Duderstadt, Axel Didriksson, Galo Adán Clavijo, Claudio Rama y Luis Enrique Orozco.

El libro plantea desafíos y tensiones de la universidad en la era digital, el cambio poblacional y los retos de la sociedad actual, discutiendo si su existencia es pertinente cuando ha perdido el monopolio frente a miles de opciones y plataformas de producir conocimiento, enseñar y titular. Analiza su estructura organizacional incluyendo el “organigrama afectivo, o vínculos sentimentales entre miembros de la comunidad universitaria” (p, 199), los poderes ocultos del linaje de fundadores, rectores y políticos, y las dinámicas de negociación con una gran cantidad de asociaciones e instancias de legitimación, desenmascarando muchas formas de corrupción y desvíos de lo que se considera una buena universidad. Discute en profundidad la naturaleza, la autonomía, la gobernanza y la democracia universitaria. Hace énfasis en que la universidad es ante todo una organización meritocrática y colegiada a pesar de que se encuentren oclocracias e intentos de imponer sistemas de votaciones por mayorías. Ciertamente “cuando se pretende que sea la voluntad popular la que decida los destinos de la Universidad … se pisotea la dignidad de la academia” (p. 79). También nos recuerda que según la Unesco “el personal docente de la educación superior debe tener derecho … de participar en los órganos de gobierno y de criticar el funcionamiento de las instituciones de educación superior, incluida la suya propia” (p. 211). Expone las consecuencias de tener personas en encomiables posiciones sin tener legitimidad académica. Especialmente cuestiona si los rectores deben ser académicos respetados que culminan su carrera en la máxima posición jerárquica, o ser administradores con experiencia probada en gestión, o personas que ante todo tengan mucha vitalidad, nuevas ideas y capacidad para asumir riesgos para innovar. Entiende que existe un poder epistemológico más que jerárquico que traduce el reconocimiento académico en prestigio social a través de una cadena reputacional de autoridad moral que cimenta el patrimonio inmaterial de la universidad. Exhorta reiteradamente los principios que hacen de la universidad una institución fundamental para el progreso social con cuestionamientos como “¿De quién es la universidad?” (p. 202) y “¿Para qué es buena la universidad?” (p. 444). Critica las contradicciones de la Ley 30 de educación superior que promueve la autonomía forzando a las universidades públicas a tener la misma estructura de gobierno, y la ausencia de lo que el autor denomina PP (política pública que a su vez es proyecto de país).

Nos anima a profundizar en los retos de la administración indicando que “Las universidades que no se vean en su gestión como organizaciones empresariales pierden su norte” (p. 74-75). Cuestiona la medición administrativa de hora de clase para el costeo reconociendo también que “para la contabilidad universitaria es más complejo saber exactamente cuánto es el valor de las inversiones y los beneficios financieros que representa la investigación” (p. 205). Luego diferencia la visión tradicional de la empresa privada con la naturaleza de la universidad. Indica que “Mientras que el directivo de una empresa debe velar por los intereses de los accionistas, un rector debe garantizar la satisfacción de todos los miembros de su comunidad” (p. 260) y por ende los rectores “necesitan las habilidades de un político, de un académico y de un empresario” (p. 287). Afirma que “Un buen rector es más que un gerente porque no solo maneja recursos, sino que administra el espíritu de la institución” (p. 389) entendiendo que las IES de calidad “tienen una mirada gerencial porque saben que, más allá de las condiciones, patrimonio o infraestructura, su mayor activo está en cada persona con la que tienen vínculo” (p. 432). De esta forma, Lopera busca exaltar la complejidad inherente a la gestión universitaria y para ello trae a colación una analogía del profesor Ricardo Arechavala Vargas: “Transformar la universidad es como reconstruir un avión en pleno vuelo. Se debe reconvertir los motores de hélice a turbina; se debe hacerlo volar a mayor velocidad sin aumentar el consumo de combustible y todo debe hacerse sin aterrizar, con limitada cantidad de gasolina, sin que los pasajeros se inquieten y con terroristas a bordo” (p. 297). Como Observador de El Observatorio celebro la publicación de Los puntos sobre las IES y congratulo a nuestro director por tan pertinente obra.

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