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Vivimos una era de sobreproducción científica. Derek de Solla Price estimó que la humanidad había producido unos 2 millones de artículos hasta 1960. Gianfranco Pacchioni indicó que solo en 2018 se publicaron 2,5 millones de artículos. Lutz Bornmann y sus colegas del Max Plank en 2021 encontraron que la producción científica se está duplicando cada 17 años y crece a una tasa de 4%. Sin embargo, los tiempos en que se publicaba para avanzar las fronteras del conocimiento quedaron atrás por un capitalismo científico basado en equiparar el volumen de publicaciones con recompensas. En 2023 Michael Park y sus colegas analizaron 45 millones de artículos y 3,9 millones de patentes encontrando que la sobreproducción no conduce a disrupciones y nuevas direcciones para la ciencia y la tecnología. Nature en su volumen 626 de 2024 indica que la literatura científica se está plagando de estudios falsos y de mala calidad.
La misma revista en su volumen 623 reveló que las fábricas de artículos -una oscura industria basada en vender documentos generalmente ya aceptados para publicación- generaron unos 40.000 artículos, 2% de la producción total de 2022, y que más de 400.000 artículos publicados durante dos décadas tienen fuertes similitudes de texto, lo que nosotros llamamos plagio. Ioannidis y sus colegas de Stanford publicaron en el volumen 561 de Nature que unos 900 autores hiperproductivos (cerca de 1% de los investigadores en el mundo) publican al menos un artículo cada cinco días y que éstos autores aumentaron 20 veces entre 2001 y 2014.
Lamentablemente esta fiebre de producción afecta un modelo de negocio que tiene un objetivo loable y en el que creo como científico: el acceso abierto. Y ¿en qué se apoya la mala ciencia? Primero, hay un crecimiento exponencial de editoriales y revistas depredadoras que se caracterizan por publicar de forma rápida y sin revisión de pares a cambio de un pago. La lista Beall de depredadoras en 2008 identificó 18 ‘editoriales’ que pasaron a más de 1.000 en 2016, representando más de 25% de las revistas de acceso abierto. Para 2021 Cabells’ Predatory Reports listó unas 15.000 revistas de acceso abierto.
Segundo, los repositorios de acceso abierto son cuestionados por la proliferación del plagio. Adam Day, ferviente defensor del acceso abierto, reveló que para 2022 cerca de 90.000 documentos del repositorio OpenAlex presentan alta similitud de texto y concluye que las fábricas de artículos se concentran revistas de acceso abierto. El repositorio de acceso abierto arXiv.org de la Universidad de Cornell, de acuerdo con un análisis de 2015 titulado “Patterns of text reuse in a scientific corpus” reveló que 3% de 757.000 documentos allí publicados entre 1991 y 2012 tienen serios indicios de reúso de texto, y entre los países que más recurren al ‘plagio’ se encuentra, si, lamentablemente Colombia.
Los casos de carteles del plagio como el que lideró en la Costa Tito Crissien -quien fuera ministro de Ciencias de Duque- o las mafias de la Universidad del Atlántico, la Universidad Surcolombiana y la Universidad Francisco de Paula Santander que se subieron los puntos salariales a punta de revistas depredadoras, así como las camorras familiares entre editores de revistas nacionales como los hermanos García Ubaque de la Universidad Nacional y la Universidad Distrital que abusaron de sus posiciones para aumentar desproporcionadamente su producción y sueldos - uno de ellos pasó de $4 a $36 millones mensuales en 12 años- son solo la punta del iceberg.
Ahora la ministra Yesenia Olaya con su discurso del ‘extractivismo neoliberal del conocimiento’ y su evidente falta de conocimiento sobre el mundo de la publicación científica, no solo negó el apoyo a Consorcio Colombia como expuso esta columna, sino que anunció escuetamente que el nuevo modelo de medición de Minciencias tendrá “mayor ponderación a artículos publicados en revistas de acceso abierto”. ¿Tendrá el nuevo modelo en consideración los graves problemas del acceso abierto para crear mecanismos serios de control? Amanecerá y veremos.
