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ANALISTAS 08/08/2024

Lecciones administrativas de Jenofonte para un mal gobierno

Luis Antonio Orozco
Ph.D Profesor Universidad Externado de Colombia
La República Más

La reciente encuesta de Invamer sobre los dos años del gobierno de Petro muestra una desaprobación de casi 60%, donde sobresalen 38 ministros, la mayoría sin legitimidad ni preparación -como ejemplifica el recién nombrado ministro de educación o la ministra de ciencias-, y escándalos de corrupción -de Sarabia y Benedetti a López y Pinilla con el medular Petro Burgos-.

La tradición griega que creó una revolución cultural y cognitiva enfocada en la búsqueda del orden y del entendimiento vía causalidad, inició con Solón de Atenas y su Eunomía que indica el buen gobierno, donde impera el orden por el respeto a la ley. Luego vino la visión del Kosmos de Anaximandro en el que el plan de la naturaleza es buscar el orden - de cálido a frío ya que tras el verano sigue el invierno- y luego el círculo ilustre de Pericles, Anaxágoras y Eurípides que sentaron un pensamiento racional del que se formó Sócrates y luego su discípulo Platón quien desarrolló la dicotomía entre buen y mal gobierno, haciendo hincapié en la aristocracia -el gobierno de los mejores- aquellos que se han preparado y estudiado, aquellos filósofos que por su conocimiento e incorruptibilidad deberían gobernar.

Entre los discípulos de Sócrates se encuentra Jenofonte (431 a. C. - 354 a. C.) quien luego de una vida como militar se dedicaría a la historia y la filosofía. Fue defensor de la formación científica y técnica, en particular para la administración, que la entendía como una disciplina distintiva que tiene su esencia en dirigir a otros y ser diligentes en su trabajo para incrementar y acrecentar lo que está a su cargo, siendo útiles para los demás. “Reyes y gobernantes … no son precisamente los que llevan cetro ni los que, por azar, fueron elegidos por la mayoría, o favorecidos por la suerte o que hayan usurpado el poder por la violencia o por la astucia, sino los que saben mandar”. Las responsabilidades de un hombre de negocios y un general son idénticas e incluye designar la persona adecuada en cada cargo y asegurar que estén dispuestos a servir y obedecer, obteniendo su aprobación y recompensando el buen desempeño, así como castigando el malo. Para Jenofonte “Los negocios de los particulares no difieren de los públicos sino por el número” y por tanto la disyuntiva entre público y privado no tiene sentido para la administración.

Indica Jenofonte que la esencia de un gran líder está en su palabra, en su honorabilidad, que lo hace digno de admiración, y en el respeto a la ley que conduce al orden. “No hay nada más bello y más útil que el orden” apunta Jenofonte. Considera necesario desarrollar el talento para administrar lo propio y lo ajeno y para ello hay que estudiar las ciencias tanto de los números como del gobierno “¿En virtud de qué otra cosa pudiera ser uno sabio si no lo es por la ciencia?” Por tanto, quien administra debe estar presto a “aprender y retener la afición a todos los conocimientos que enseñan a administrar bien una casa o una ciudad, en una palabra, sacar el mejor partido posible de los hombres y de las cosas. Si uno se formaba de tal manera, no solamente llegaba a ser feliz, capaz de administrar sensatamente su propia casa, sino, además, y lo que es más, podría hacerse útil a los demás hombres y ciudades. Los hombres mejor dotados, los de alma más ardiente y activa, si reciben conveniente educación y si aprenden lo que tengan que hacer, resultarán excelentes y útiles, porque harán infinidad de cosas grandes”. La educación no solo proporciona conocimiento, sino que fomenta las cualidades morales necesarias para el buen gobierno de la casa al Estado. Ciertamente “la mejor ocupación del hombre es hacer el bien” y buscar el conocimiento para aprovechar los recursos a su cargo. “Una flauta será bien para el que sepa tañerla con perfección, pero para el que no sepa, equivale lo mismo que si fuera una pierda despreciable”.

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