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Piense en una lanza del Neolítico como una tecnología que resulta del ensamblaje de una piedra afilada con una técnica específica amarrada de cierto modo con fibras obtenidas por un proceso particular a una vara tallada de una determinada forma que, en su conjunto, tiene una funcionalidad para labores de caza o de cavado.
La previsión tecnológica (technological forecasting) consiste en compilar, analizar y sintetizar los componentes de esa lanza y trazar escenarios de tendencias sobre cómo evolucionan y cambian las lanzas y sus usos. Asimismo, evaluar posibilidades y probabilidades de que un conjunto de artefactos, o sea, objetos que construimos con una técnica particular y que tienen propósito y utilidad, y procesos o sistemas de instrucciones para transformar algo o hacer un trabajo, emerjan disrupciones en nuevas combinaciones y ensamblajes de avances técnicos y científicos que determinen innovaciones tecnológicas.
El turborreactor, por ejemplo, más que un chispazo de un inventor, fue producto de la convergencia de la turbina de vapor -hija de la máquina de vapor de Thomas Newcomen de 1712-, la termodinámica -desarrollada con el estudio científico del calor-, las bombas de turbina -descendientes de la rueda hidráulica-, la aerodinámica que emerge como un avance de la hidrodinámica y el motor de combustión interna que tiene su origen en el motor de explosión de ciclo de Nikolaus Otto hacia 1860.
En la inteligencia tecnológica compilamos información sobre artefactos, máquinas, procesos y procedimientos con el fin de proponer escenarios para la toma de decisiones. Partimos de los mapas que resultan de computar grandes cantidades de datos que obtenemos principalmente de patentes y documentos publicados en revistas científicas, para definir tendencias, trayectorias tecnológicas y oportunidades de innovación con el fin de interpretarlas frente a las dinámicas de la epistemología, la sociología de la ciencia y las políticas de ciencia y tecnología.
Con el reporte “Hacia un nuevo horizonte en 1945” de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos se dio inicio formal a los estudios de previsión tecnológica que luego popularizó la Rand corporation y que oficializó la Oficina de Evaluación Tecnológica, OTA, creada en 1972 y que alimentó hasta 1995 a la Oficina de Política de Ciencia y Tecnología, Ostp, creada en 1976 para aconsejar al presidente norteamericano en sus decisiones -hoy los informes los hace la United States Government Accountability Office, GAO.
Donald Trump arranca su segundo mandato anunciando un megaproyecto, el Stargate, consorciado por titanes tecnológicos como OpenIA, Oracle, MGX y SoftBank con una inversión de US$500.000 millones, seguramente para buscarle contrapeso a los avances de la china DeepSeek y liderar la carrera en la inteligencia artificial, IA. También se esperan más apoyos y menos trabas -Trump quiere prescindir del Consejo Nacional del Espacio de la Casa Blanca- para que la tecnología espacial privada de sus amigos Elon Musk con SpaceX y Jeff Bezos con Blue Origin sea líder global.
Entre tanto, campos donde urge aumentar la investigación como el cambio climático o la salud pública seguramente se verán afectados. Trump inició su mandato retirando a Estados Unidos del Acuerdo Climático de París y de la Organización Mundial de la Salud. Declaró una emergencia energética para priorizar la industria del petróleo y gas con la que Estados Unidos ha dominado la geopolítica, y desconoce los impactos negativos de la IA en la sostenibilidad medioambiental por su extensivo consumo de minería y energía. Seguramente, habrá un impulso decisivo para las cerca de 90 empresas de energía nuclear en Estados Unidos y en particular para la tecnología de los small modular reactor (SMR). Asimismo, no solo nombró a un reconocido antivacunas como Kennedy Jr al frente del Departamento de Salud, sino que anunció el fin de la financiación federal a la investigación en virología.
Seguramente la colaboración científica internacional se verá afectada no solo por estos virajes, sino por sus políticas de xenofobia que desconocen que mucho del progreso científico y tecnológico ha venido de inmigrantes. Por cierto ¿Donald no es acaso el nieto de un peluquero migrante de la Baviera alemana, su primera esposa era checa y su segunda eslovaca, y su actual mejor amigo Elon Musk no es sudafricano?
Estas señales nos dan algunas previsiones de incongruencias y tensiones en lo que viene para la política de ciencia y tecnología que desde Estados Unidos marcará las dinámicas de innovación en los años venideros.