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Analistas 22/03/2025

Más allá de Petro: el problema de un país con dificultad para cambiar

Luis Carlos Jacobsen
Ciudadano activo

Voté por Gustavo Petro porque, tras años de gobiernos de derecha marcados por corrupción, violencia y desigualdad, -y también de cosas que aplaudí-, creí necesario darle una oportunidad a la izquierda. No soy petrista, pero me interesa un análisis honesto, sin sesgos mediáticos alineados con el poder.

La oposición ha sido feroz desde la campaña, muchas veces con sesgo de opinión. Por dar un sólo ejemplo, ¿Cuándo se ha destacado la compra de tierras para campesinos víctimas del conflicto? En cambio, se magnifican errores, escándalos y corrupción, como si fueran exclusivos de este gobierno. Pero la corrupción no es monopolio de un solo sector: basta recordar el escándalo de Centros Poblados bajo Duque o los vínculos del Ñeñe Hernández con esa campaña, cuyas explicaciones nunca fueron claras. Gran impunidad en ambos casos y todo el poder mediático para que el país no conociera la verdad.

A Petro lo atacaron incluso antes de posesionarse, igual que cuando fue alcalde. Se le ve con temor o desprecio absoluto. Se sataniza su gestión con campañas de desprestigio y sabotaje. La derecha repitió mentiras como estrategia para generar miedo:

  • “Cerrará medios de comunicación”.
  • “Nos volveremos como Venezuela”.
  • “El dólar llegará a $8.000 en el primer trimestre”.
  • “Habrá expropiaciones y se acabará la inversión extranjera”.
  • “La reforma tributaria arruinará la clase media”.
  • “El petróleo y el carbón desaparecerán de inmediato”.
  • “Habrá escasez y desabastecimiento”.
  • “La guerrilla tomará el poder”.
  • “Se eliminarán los fondos privados de pensión”.
  • “Habrá una Asamblea Constituyente para perpetuarse en el poder”.

Nada de esto ha ocurrido. Petro fue elegido con mayorías y gobierna dentro de la democracia, aunque incomode a muchos. No me gustan varios aspectos de su administración: falta liderazgo, hay improvisación y escándalos no han faltado. Pero prefiero su gobierno a otros, que con su inexperiencia, su manejo desastroso del estallido social y su desprecio por el acuerdo de paz, han tenido escándalos no suficientemente escrutados. La izquierda gobierna hoy justamente como rechazo de ello.

La derecha ha dominado el país y a la izquierda se le ataca sin cesar, tildándola de comunista o asociándola con la guerrilla. No se oponen con transparencia: son muy laxos con sus propios malos gobierno, pero bien despiadados con los demás. Es el juego político de recuperar el poder a como dé lugar, sin importar la polarización que generan.

El problema grave es que en nuestra democracia, los medios de mayor audiencia están comprometidos con intereses políticos y económicos que no en pocas veces son dolientes de las reformas. No informan, sino que atacan, dirigiendo la opinión. Buscan acorralar al gobierno y bloquear cualquier posibilidad de cambio que toque los intereses de sus dueños.

Lo vemos en el Congreso: la derecha sabotea reformas sin debatirlas, mientras los medios desinforman ¿Por qué vamos a la consulta popular sobre las reformas sociales? Porque tras el bloqueo al debate, Petro usa un mecanismo que desafía a los poderes tradicionales y mide el respaldo ciudadano. Sin gustarme mucho la idea, en parte le encuentro la razón.

Colombia ha sido históricamente de derecha. Y el que quiera puede ver que la pobreza y la inequidad persisten, así hayamos progresado en algunos temas. Todavía hay enormes brechas que le dan pie a la izquierda para obstinarse en proponer cambios. Sin embargo, me pregunto:

“¿Es posible que en Colombia aparezca una opción distinta a la derecha que gobierne sin ser sistemáticamente atacada y deslegitimada?”.