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Ser responsable ambientalmente no solo es un imperativo de esta época sino un buen negocio para empresarios, industriales, agricultores y ganaderos a gran escala. En el presente, más que en otros momentos se abren importantes oportunidades de reconvertir y actualizar los negocios, mejorar las prácticas de manufactura, transformar el uso de combustibles fósiles, reducir el impacto ambiental en el planeta y mejorar los réditos de las empresas; todo al mismo tiempo. La sostenibilidad humana y ambiental se ha empezado a ver como una oportunidad estratégica de gran alcance en el futuro.
El pacto global de las Naciones Unidas como compromiso del sector privado, del sector público y de la sociedad civil, ha logrado que se alineen las estrategias de operación que los firmantes reconocen en temas tan nodales como los derechos humanos y la sostenibilidad ambiental. Pertenecer al Pacto es sinónimo de legitimidad para los negocios y para los mercados, es la garantía de compartir principios que contribuyen a la sostenibilidad del mundo para las generaciones futuras y es una manera de empezar a cumplir los propósitos del milenio.
En este marco de principios que regulan los negocios actuales, cae muy bien el mensaje del pasado mes de octubre del Sínodo del Amazonas; una experiencia que se recordará por muchos años como el comienzo de una gran transformación y actualización del cristianismo y del catolicismo como lo conocemos y, como un momento de gran lucidez, que refuerza está consciencia colectiva emergente sobre la ecología integral.
Las reflexiones del Sínodo, actuales y contextualizadas, son más estratégicas de lo que puede parecer a simple vista. Realizar un Sínodo Amazónico en Roma, lleva a Europa y al mundo la preocupación sobre la devastación de la selva tropical, reforzando no solo el llamado del Papa Francisco con la Carta Encíclica Laudato si, sino que hace eco al clamor mundial por la inminencia de la crisis ambiental que enfrentamos.
De manera práctica, este encuentro participativo, de grandes consensos, deja el mensaje claro del compromiso de la Iglesia, que renueva el significado de la conversión del ser humano para el siglo XXI.
Como parte de los mensajes del Sínodo está el actuar y valorar los aprendizajes de los errores que hemos cometido con nuestros semejantes y con la naturaleza, sin permitir que las ideologías nos dominen. Este reflejo de lo que somos, pero también de la dirección hacia la cual podemos cambiar, nos invita a mirar de otra manera a quienes ancestralmente han vivido en armonía con la naturaleza, nuestros indígenas y grupos diversos. La Iglesia se muestra abierta a un diálogo humilde para aprender y colaborar, que nos invita a todos a hacer también nuestra parte.
La anterior, no es solo es una invitación humanamente sensible y válida para estos tiempos, sino una oportunidad en el mundo de los negocios que también de manera consciente valora la sostenibilidad humana y ambiental como una buena práctica. Hoy en día cada vez más gente quiere negociar e invertir en empresas social y ambientalmente responsables, porque sus productos tienen un sello, una marca que los hace creíbles, conscientes, honestos y visionarios.
Todas las empresas vinculadas a los propósitos de la agenda 2030 “Good Business and Better Future” coinciden en la importancia de respetar los derechos humanos y de proteger el medio ambiente. Esto que puede volverse solo un eslogan puede ser también una parte integral de los valores, de las políticas y de la misión de las empresas que las haga crecer y ser más productivas. La Iglesia nos da ejemplo y una oportunidad para sumarnos a esta iniciativa de conversión, participando en la solución de un problema contundente y que nos afecta a todos, la sostenibilidad de la Amazonía, un ecosistema frágil que nos sustenta y que depende de nosotros.