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Aunque muchos queramos permanecer convencidos de que la esperanza es lo último que uno pierde, la contundente realidad en que vivimos parece evidenciar constantemente lo contrario. A veces, como una llama tambaleante, la esperanza ha tenido que resistir el oscuro aliento de los profetas de la muerte que presagian un futuro de ruinas y un horizonte extraviado. Pero la muerte, la exclusión, el sufrimiento, el odio, la negación, la discriminación no son la última palabra. La vida se impone. Y ese es el mensaje del tiempo de Pascua.
A los empresarios cristianos y, como dice el Papa, a los de buena voluntad, bien vale la pena recordarles que su compromiso debe traspasar las barreras espirituales o idealistas y reflejarse en su responsabilidad con la historia. Y hay muchas oportunidades actualmente para fincar la esperanza y ponerla a dar frutos.
El Plan Nacional de Desarrollo abre muchos horizontes y da múltiples derroteros enmarcados en el pacto por Colombia, pacto por la equidad. Esos seis pilares de aumento de la productividad, la conectividad, la respuesta a las necesidades sociales, enfrentar la vulnerabilidad ambiental, la reducción de las brechas regionales y fortalecer la legalidad en el país. La clave de sentido está en el poder articular crecimiento y bienestar, como producto de un gran diálogo social. Así mismo, que las reformas legales que se incluyen en un sinnúmero de frentes, sean las más convenientes para el país, y no las que mayor lobby puedan hacer ante el Congreso.
Las nuevas condiciones tributarias del país han dado un alivio a las empresas para que puedan reinvertir gracias a unos estímulos fiscales significativos. Es una oportunidad para continuar fortaleciendo la productividad. Pero ello a su vez, genera una responsabilidad grande en términos de generación de empleo y de empleo de calidad. Y de otro lado, una pregunta profunda sobre el pago oportuno y completo de las obligaciones tributarias, que son una manera de hacer partícipe a la sociedad de los buenos resultados económicos de las empresas.
El impulso de la economía naranja dará un viento favorable para que muchos emprendimientos puedan ver la luz y consolidarse. Colombia con el desarrollo que el turismo está teniendo, tiene la oportunidad impulsar la diversificación de nuestra economía. En este campo tendremos un dinamismo muy especial. El punto clave es que generen puestos de trabajo de calidad, y no se convierta en el atajo para pauperizar el empleo.
En las últimas décadas y gracias al fortalecimiento del sistema financiero, se están recogiendo frutos en abundancia, según todas las informaciones de las asambleas de accionistas que revisaron los resultados a 2018. Esto nos brinda las posibilidades de generar un apalancamiento sostenido y generoso a las nuevas iniciativas empresariales. La pregunta sobre los márgenes de intermediación sigue presente en el país, pues no obstante una apariencia de fuerte competitividad en el sector, siguen siendo de los más altos de Latinoamérica.
Gracias a la esperanza es posible ir delante de la historia, abriendo caminos, descubriendo lo germinal. Es una clave que nos permite ver siempre la luz al final del túnel. Es una clave que se potencia con una profunda confianza en Dios. Esperanza y confianza se nutren mutuamente.
Por pequeña que sea la esperanza, brilla incontenible hasta abrirle grietas a la oscuridad; ella hiere de claridad la noche de las guerras; ella despeja el camino a la razón peregrina; ella pone al descubierto los rostros de la soberbia; ella arde inextinguible ante osadas injusticias; ella deslumbra con su sencillez los laberintos del egoísmo, las cuevas del poder y las madrigueras de la corrupción.
La esperanza no es un opio que aletarga, sino lo que le da la fuerza y energía para un espíritu que quiere dejar huella en la historia, aceptando que la transformación positiva de la realidad es la gran misión que tenemos como humanidad.