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Los jóvenes son el presente y futuro de una sociedad y su proyecto de vida dependerá en parte de lo que los ellos piensen, sientan y hagan hoy. Llama la atención que, en las intenciones de voto en las últimas encuestas, como la de Yanhass, los jóvenes entre 18 y 24 años estarían inclinando la balanza de manera significativa, están apoyando uno de los candidatos a 47%, mientras que los más viejos, mayores de 55 años, sólo lo hacen en 32%. De otra parte, son los que menos están indecisos, 3%. ¿Pero quiénes son ellos?
La radiografía sobre qué piensan, sienten y quieren los jóvenes, deja una preocupación grande sobre el protagonismo de los jóvenes en la vida nacional. Tres palabras la podrían resumir: Alegría, apatía y desconfianza. La alegría comanda las emociones; la apatía gana terreno frente a la disposición activa de los jóvenes y, finalmente, la confianza se sigue reduciendo y cubre a todas las instituciones, aunque se recupera del fondo de la olla que tuvimos en mayo de 2021 en medio del estallido social. La interesante encuesta fue publicada por Cifras y Conceptos, y muestra la evolución de la percepción de los jóvenes sobre ellos mismos en los dos últimos años.
Los problemas que más los afectan: Inseguridad en las calles (57%), falta de empleado (56%), demoras en la atención de salud (40%), pobreza (34%), falta de acceso a la educación superior (32%), desigualdad (30%). Vitales todas las preocupaciones, grito que pide oportunidades. El país sigue en mora con los jóvenes, ¿cómo generar nuevas posibilidades y oportunidades de trabajo y estudio?
Las emociones más dominantes muestran ciertas contradicciones, o mejor muchas complejidades: Alegría (56%), sorpresa (37%), miedo (36%), tristeza (31%), desagrado (23%) e ira (18%). La alegría comanda y, como es de esperar, las emociones juveniles. Esta es la fuerza que inyecta condiciones de posibilidad para la disponibilidad y generosidad. Sin embargo, allí están otras, como el miedo, la tristeza, desagrado o asco, y la ira. Que podríamos llamar en muchos casos, no en todos, unas emociones que nos pueden llenar de reactividad y fuerzas alimentadoras de círculos viciosos. Las emociones nos muestran en su conjunto una complejidad a la cual debemos dedicarle más tiempo de comprensión y evidentemente de acción conjuntamente con los jóvenes.
Veamos ahora la confianza cómo está entre los jóvenes. Instituciones en las cuales más confían: Universidades Públicas (60%), Universidades Privadas (53%), Iglesia Católica (40%), Fuerzas Militares (38%), Redes Sociales (38%). Instituciones en las cuales confían menos: Partidos Políticos (15%), Presidencia de Colombia (17%), Congreso de la República (17%), Consejo Nacional Electoral (21%), Influenciadores digitales (22%).
En los dos últimos años ha habido una caída de confianza en estas instituciones del orden de más de 10 puntos, lo que implica un deterioro de la credibilidad institucional, que es muy grave para cualquier sociedad. Por ejemplo, las universidades públicas pasaron de 73% de confiabilidad a un 60% entre enero 2020 a abril 2022. Igualmente, la Policía pasó de 29% al 25%. Sin embargo, si vemos lo ocurrido en el último año, mejoró un poco, pues en la medición de mayo del 2021 se había tocado fondo en la confianza por parte de los jóvenes, estábamos en pleno estallido social.
Aquí podríamos leer en el fondo una desesperanza sobre las posibilidades de cambio del estado de las cosas, que sería muy preocupante, porque el aporte de los jóvenes debe ser la posibilidad de generar esperanza, propulsora de las transformaciones. Los retos que plantean nuestros jóvenes son imperativos inaplazables que el próximo gobierno, sea el que sea, deberá priorizar y asumir con denodada decisión, para compensar la deuda histórica que tenemos hacia ellos.