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La Ministra de Educación, María Victoria Angulo, antes que tomar decisiones precipitadas por el hueco fiscal, como la de no continuar con el Programa Ser Pilo Paga (SPP) como lo conocemos, debería buscar y concertar con el sector nuevas fórmulas para mantener el SPP. El problema no es solo la financiación de la educación en el país, sino de perspectiva del servicio público de la educación superior.
El SPP constituyó un hito en el país, gracias al cual se articularon variables sociales. Por una parte, el programa benefició, utilizando el Sisbén como instrumento de selección, a los más necesitados. Por otra parte, premió a los estudiantes con mayor mérito.
Estudiantes que pese a las adversidades y a no contar, algunas veces con la educación de mayores estándares, lograron brillar en su examen Saber 11. Según estudios que cita el Ministerio de Educación, el SPP aumentó la probabilidad de que un joven de escasos recursos económico accediera a la educación superior de 36% a 69%.
La exministra Gina Parodi impulsó el programa considerando que los beneficiarios deberían tener lo mejor: solo universidades acreditadas de alta calidad tanto públicas como privadas. Por este camino se amplió la cobertura de calidad hasta llegar a los 40.000 cupos.
¿Y qué más se logró? Por una parte, una dinámica de mejoramiento de las pruebas Saber 11 en el país; muestra de ello es que anualmente el Ministerio elevó el puntaje para seleccionar a los beneficiarios. Antes del SPP, solo el 28% de los jóvenes con un puntaje en el 10% superior del total de estudiantes en el Saber 11 accedía a la educación superior; después del programa, el 60% logró hacerlo.
Los estudios que evalúan el SPP informan que el número de estudiantes que accedía a universidades acreditadas antes del programa era del 7% y después del mismo fue del 53%. Hay, pues, un círculo virtuoso de mejoramiento en acción. Se aumentó la cifra de universidades con acreditación.
Para una democracia pluralista es fundamental que el servicio educativo sea también diverso. El SPP dio la oportunidad al estudiante de escoger la perspectiva y el perfil de educación superior de su interés. Según estudios avalados por Planeación Nacional, se igualó las condiciones de los jóvenes de estrato 1 a los de los estratos 5 y 6.
Los pilos eligieron principalmente las privadas, por la disponibilidad de cupos, por afinidades con el Proyecto Educativo Institucional y por los servicios complementarios que ofrecen. Concretando el principio constitucional de elegir libremente la educación.
Pero volvamos a los puntos de fondo: la financiación a la educación y la concepción de servicio público prestado tanto por oficiales como por privados sin ánimo de lucro, es decir, a la gestión social de lo público.
La financiación y agenda de la educación tomó relevancia. Recordemos cómo celebrábamos que por primera vez el país destinaba más recursos a la educación que a la guerra. Esto es fundamental como nación que mira el futuro en la formación de las nuevas generaciones.
En esto, el ministro Carrasquilla no se puede equivocar. Es muy debatible que se termine un programa educativo exitoso, aduciendo falta de recursos. El programa, según el profesor Fabio Sánchez, logró el impacto más grande entre 15 programas de créditos y becas educativos y sus resultados. Es un error, poner en contraposición SPP con la financiación de las universidades oficiales. Son programas complementarios, no excluyentes. La pregunta de fondo al Gobierno es sencilla: ¿La educación va a ser prioridad?
Finalmente, la concepción de servicio público que el presidente Duque ofreció en campaña se deslindaba de la posición de Petro. Consideró que los privados podían gestionar lo público de manera eficiente. Preocupa una relectura del servicio público de la educación sólo por el lente de las universidades oficiales, pues es democráticamente restrictivo.
Ser Pilo sí pagó. Esperamos que el Gobierno concerte una reformulación al SPP.