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Lo malo de los premios es que uno no se los gane. Y lo bueno de eso es que nos obliga a seguir apostando por ellos. En torno al periodismo sucede de la misma forma que con los juegos de azar o nuestro equipo de fútbol: esperamos salir favorecidos, muchas veces más por un golpe de suerte que por méritos propios.
En el caso de la reciente entrega de los Premios Pulitzer, los más prestigiosos en los EE.UU., quizás sucedieron las dos cosas al mismo tiempo: por un lado, es una suerte estar en el lugar apropiado y, por el otro, tener el mérito de captar un momento único, aunque doloroso: la muerte de un ciudadano negro a manos de otro blanco. Es el caso de George Floyd y su verdugo, Derek Chauvín. La diferencia, y eso hace más valioso el premio, es que esta vez no fue un sabueso periodista el que hizo moñona. No. Fue una ciudadana común y corriente, de raza negra por demás, y en medio de tigres hambrientos: policías blancos en los Estados Unidos.
Se llama Darnella Frazer, de 18 años, la ciudadana que captó con su celular y en nueve minutos una imagen capaz de movilizar a una nación en busca de justicia y poner contra la pared a un presidente blanco, en plena campaña presidencial: Trump. También tras las rejas a Derek Chauvín, el uniformado que ahogó a Floyd con su rodilla sobre la nuca. Ese video fue prueba suficiente para condenar a Chauvín y es testimonio vivo del poder de un ciudadano de a pie que se comporta como un juez, solo con las armas de la verdad y la sensibilidad por la vida del otro. Floyd era una parte de un país, históricamente, dividido por razones de raza o religión, una democracia montada sobre ganadores y perdedores, en la que Frazer es apenas una parte de esa tragedia global normalizada por la insensatez colectiva que la alienta. ¿Habrá en el trabajo espontáneo de Frazer algo que nos sirva como país para superar esta crisis social, sin buscar un premio o un reconocimiento rimbombante, y captar otro ángulo de una tragedia que se volvió paisaje, porque mantiene intactas las causas de esta división colectiva, esa que nos mantiene en un péndulo dinámico de populismos de derecha y de izquierda?
Creo que sí, y tendríamos que comenzar por aceptar y, entonces reconocer, que en la esencia del problema está una división entre ganadores y perdedores que se ha profundizado cada vez más por el modelo económico que nos rige y que ha contaminado la política y la ha distanciado de su esencia.
De ganadores y perdedores está llena nuestra frágil democracia, porque es en ella donde el problema se ve reflejado en la desigualdad económica, Y no sólo en ella. Hay una estrecha relación, por ejemplo, con el concepto del éxito. Esa especie de meritocracia que supone y obliga a aceptar que los que están en la cima creen que su éxito les corresponde solo a ellos, una medida de su propio mérito, pues los fracasados son los propios culpables de su situación.
Algunos dirán que Floyd se merecía morir por ser negro, pobre y, además, por tener la osadía de enfrentar a un policía, por demás blanco. Lo que la joven Frazer nos mostró es que no es posible aceptarlo, porque el concepto del éxito es una de las formas más bestiales de “eliminar”, de negar, al otro. Y aceptarlo es pensar que representa un ideal meritocrático según el cual si las oportunidades son iguales, los vencedores se merecerán su éxito. Luego, la idea de que uno puede conseguir lo que quiera si lo intenta es muy contraproducente, pues hay un lado oscuro de la meritocracia: genera arrogancia en los vencedores. Y provoca una sensación de humillación en los que se han quedado atrás.
Los Pulitzer, como otros de larga trayectoria, no sólo reconocen los méritos de los galardonados, sino que permiten confirmar que no siempre los vencedores merecen tener éxito, sobre todo si éste implica pasar por encima de todos los valores, en especial, el de la vida, como sucedió con Floyd.
Darnella Frazer no sólo nos mostró eso, sino que lo dejó grabado para la historia. De eso se trata su premio y ese debería ser el único que quisiéramos ganar siempre, así no llegue ni por suerte ni por méritos. No se trata de ganadores y perdedores.