MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
En relación con la reciente aproximación entre los Gobiernos de Colombia y Brasil, a raíz del encuentro bilateral de la semana pasada, es lógico esperar que dos administraciones ideológicamente cercanas se aproximen y logren convergencia. Los presidentes Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula da Silva coincidieron en Bogotá, a propósito de los eventos que involucraron al gigante latinoamericano como invitado especial en la Filbo 2024. Aunque desde algunos sectores se critica y cuestiona que sea un encuentro de líderes de “izquierda”, podría decirse que, tal vez, eso es lo más oportuno. Al menos se está ante un escenario de simpatías y no de aquellos tradicionales desaires de la política regional.
Alrededor de las 10 de la mañana del pasado miércoles comenzó la visita oficial del Presidente brasileño a la Casa de Nariño. Sin declaraciones oficiales al respecto del encuentro, se supo que en el diálogo presidencial y trabajo conjunto entre delegaciones oficiales (que incluyó al sector empresarial), se abordaron diversos temas que, particularmente, poca novedad reflejan. Esto es, nuevamente se abordan asuntos de agenda bilateral que por una u otra razón se habían tocado tiempo atrás pero que por los vaivenes de la política tradicional latinoamericana poco (o nada) progresaron.
Por ejemplo, no es para nada novedoso insistir en que la integración regional ahora sí será un asunto que tomarán en serio ambas administraciones y que, a partir de una alianza de carácter estratégico, le darán al tema el impulso que corresponde. Años atrás se contempló que el diálogo colombo-brasileño, en asocio con otros actores relevantes de la política suramericana, llevaría a dar impulso a la integración regional. A pesar de ello, dicho ejercicio permanece estancado en el tiempo.
Otra variedad de asuntos, vinculados todos con la agenda global de desarrollo sostenible (2030), hizo parte de los compromisos adquiridos en la lista de acuerdos que ambos líderes con sus delegaciones formalizaron. La pobreza, el hambre, el retraso tecnológico, la desigualdad de oportunidades, los efectos del crimen transnacional, entre otros, estuvieron en el centro de las conversaciones para llegar a compromisos que permitan a ambos Gobiernos enfrentar sus efectos y trazar estrategias para reducir o acabar con tales problemáticas.
No obstante, tampoco es algo nuevo. Previamente, desde compromisos bilaterales se trazaron estrategias en dirección similar sin obtener resultados positivos. Infortunadamente esto sitúa a las expectantes sociedades en un escenario de incredulidad frente a avances significativos susceptibles de derivarse de estos más recientes compromisos.
También el encuentro bilateral facilitó que la conversación se llevara al terreno de la participación en las coyunturas regionales. Así, los mandatarios alcanzaron convergencia frente a los temas de Haití, Venezuela, la Amazonía, y el trabajo conjunto para que la ciencia, la investigación y las nuevas tecnologías se apropien en favor de un diálogo regional real y productivo. Esto, más coyuntural, pareciera resultar más novedoso.
De todo lo anterior quizá lo más rescatable es encontrarse con dos administraciones alineadas ideológicamente y con un ejercicio político similar frente a los temas globales más críticos. Tal vez de esa manera pueda avanzarse hacia resultados concretos y soluciones auténticas a las dificultades regionales contemporáneas.