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En el reciente informe emitido por la Ocde sobre Colombia, en el que el economista jefe para la región, Álvaro Pereira, insistió en que no hay razones para que el Gobierno nacional esté pensando en crear nuevos impuestos mientras falla en administrar de la manera correcta los existentes, se hizo énfasis en el tema de la informalidad laboral. Colombia mantiene sus cifras críticas en relación con el tema. LR publicó recientemente el dato que oficializó el Dane de 56% de informalidad en el país (unas trece millones de personas). Reducir esa cifra debe convertirse en obsesión de todos en el país, tanto del Gobierno como del sector privado y la sociedad civil.
Sin embargo, al estar dicha cifra atada al comportamiento de una variable macroeconómica (estructural), es realmente difícil llevarla a la baja. El empleo en el mundo está en posición crítica, no solo porque la informalidad está afianzada en todas las latitudes, sino porque existe una población importante que padece las consecuencias de no tenerlo. Las cifras regionales aducen una informalidad para América Latina del orden de 50%, lo que sitúa a Colombia por encima del promedio. No obstante, Perú y Bolivia se hallan en crisis con cifras de 73,6% y 80,8% respectivamente.
En materia de desempleo, y aunque las cifras han mostrado una reducción en los últimos meses, la región presentó para 2023 un desempleo promedio de 6,2% que, de cualquier manera, es muestra de una leve recuperación. Sin embargo, como todo promedio, conserva unos desequilibrios que, desglosados, sitúan en desventaja a las personas más jóvenes y a las mujeres. De acuerdo con la ONU, la brecha de género, en materia de empleo, se situó en 24 puntos para ese mismo año. No se espera una reducción significativa para este 2024, mientras que el desempleo en jóvenes se espera va a superar 14%
Con esas cifras para la región, entonces, Colombia es uno de los casos que llevan el promedio hacia arriba. El Dane publicó en enero pasado la cifra de desempleo para 2023, que estuvo situada en 10,2%, mientras que, para el presente año, con corte al mes de agosto y con datos hasta julio, el desempleo en el país estuvo por el orden de 9,9%, manteniendo a la población joven y femenina con las tasas más altas.
Anclados a las previsiones del Foro Económico Mundial, también puede darse que las explicaciones para que las tasas de empleabilidad en el mundo, la región y el país asciendan tan lentamente están vinculadas con la falta de preparación de la población más directamente afectada. A pesar de existir resultados positivos para algunos sectores sociales en materia de cualificación, la realidad es que las cifras actuales muestran rezagos en la juventud y las mujeres en áreas críticas como las matemáticas, la ciencia y el lenguaje. Yendo al nivel superior, también es claro que en la educación terciaria existen carencias formativas para enfrentar los retos de la tecnología, la innovación y el desarrollo de softwares.
Así, existe una relación directa entre la relativamente baja participación en procesos educativos de jóvenes, la brecha de género en relación con el acceso a la educación y las tasas de empleabilidad. Colombia lo padece, de la misma manera que en otras partes de la región. Desde los gobiernos y todos los sectores involucrados deben mantenerse los esfuerzos para atacar un problema que está identificado. El asunto es actuar de manera más eficiente.