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Con la reciente victoria de Trump en las elecciones en Estados Unidos, se ha especulado en torno a lo que podría suceder en materia internacional. En relación con América Latina será poco lo que cambie, pues por tradición la región ha estado ya lo suficientemente alejada de la esfera político-económica de Washington. Quizá los únicos Estados que pueden sentir algún cambio serán aquellos que se radicalicen contra las acciones de Estados Unidos en la región. Sin embargo, sí existen dos escenarios en los que se teje gran expectativa frente a lo que pueda suceder con Trump nuevamente en la Casa Blanca. Israel y Ucrania se roban las miradas.
La confrontación con China es capítulo aparte. La mirada sobre los dos conflictos bélicos más mediáticos del momento superan incluso lo que se pueda esperar en la relación bilateral entre Washington y Beijing. Y aunque podría indicarse que con Trump pocas cosas son seguras o predecibles, la realidad es que el análisis de los antecedentes y las primeras declaraciones luego de lograr la presidencia, permiten aventurarse con algunas prospectivas. Además, el hecho de haber expresado en varias oportunidades que uno de sus objetivos es “acabar con las guerras muy rápidamente”, pone de manifiesto un contexto favorable.
En relación con Israel, quizá el evento con mayor recordación entre quienes se ocupan de analizar la maniobrabilidad internacional estadounidense es el de la firma de los Acuerdos de Abraham en 2020 entre Los Emiratos Árabes Unidos, Israel y Bahréin, y con la mediación diplomática y política de Estados Unidos (después se unirían Sudán y Marruecos). En dicha firma, Trump se anotó un logro importante de política exterior, pues desde hacía 17 años no se había logrado ningún acuerdo en Medio Oriente con intercesión estadounidense. Ese antecedente permite considerar que con Trump nuevamente en el poder existe la posibilidad de alcanzar un alto al fuego definitivo en Gaza.
Sin embargo, en el evento que esto se logre, tampoco se refiere a garantizar los resultados esperados por los palestinos que habitan, tanto en la Franja de Gaza (zona neurálgica del conflicto) como en Cisjordania. Aunque Trump pueda mediar en la conflagración y adelante algunas gestiones frente a Netanyahu, la complejidad del problema es tan alta, que independientemente de lo que se acuerde, es seguro que habrá sectores inconformes con las decisiones alcanzadas. En este punto, a pesar de lo incierto que pueda resultar el futuro presidente estadounidense, la realidad es que hizo mucho más que cualquier otro en los últimos veinte años para estabilizar la convulsionada región del Medio Oriente. Podría, entonces, retomarse ese tipo de acciones.
De otro lado, la guerra en Ucrania, posterior al sometimiento que ha querido imponer Vladimir Putin desde la Federación Rusa, se convirtió en un episodio bastante más largo que lo inicialmente previsto. Y en ello también el regreso de Trump a la Casa Blanca podrá tener sus efectos. A la fecha, el conflicto escaló al punto que Putin ya ha amenazado con llevarlo al carácter de conflagración mundial. En respuesta, ya el futuro mandatario estadounidense nominó a Keith Kellogg para avanzar en los acercamientos necesarios que faciliten poner fin al conflicto desplegado al norte del Mar Negro. Con todo lo polémico que resulta el magnate estadounidense para liderar desde la Casa Blanca, su llegada podría tener efectos positivos.