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Varios estudiosos y analistas se han pronunciado ya sobre las prioridades futuras de la política exterior y las relaciones internacionales de Colombia en la presidencia de Gustavo Petro. En ese diverso abanico de posibilidades hay quienes consideran que con su arribo a la Casa de Nariño se presentará un cambio relevante en todo lo que obedece a los temas de gobernanza que, por defecto, tendrían que incluir a la política exterior (PE). Otros, sin embargo, están visualizando más de lo mismo, a pesar de la excesiva algarabía sustentada en un connotado Pacto Histórico de unidad nacional, que prometió “vivir sabroso” a los colombianos.
De cualquier manera, un análisis que debe hacerse con la llegada del nuevo gobierno a partir del próximo 7 de agosto está relacionado con su eventual PE. Aunque en la carrera electoral sólo hubo dos campañas que se tomaron el tema en serio (éstas fueron la de Gustavo Petro, precisamente, y la de Sergio Fajardo), resulta positivo que el vencedor en la segunda vuelta haya sido un candidato que sí tenía prevista una agenda en materia internacional en su propuesta de gobierno. No está de más advertir lo poco común que resulta un hecho de este tipo, pues por norma el tema internacional es abandonado a su suerte cada vez que se trazan las campañas electorales.
Planteado lo anterior, es importante la revisión de lo conceptual en materia internacional, con objeto de trazar un análisis mejor orientado. Es menester diferenciar las acciones de política internacional, que se vuelven cotidianas en un mundo globalizado -aunque emproblemado-, de la(s) estrategia(s) de política exterior. Dicho esto, siempre será más importante plantear estrategias, que generar respuestas y reacciones ante las coyunturas externas. Por tanto, si se parte por entender que la PE es una estrategia en la que se combinan principios, valores, intereses y prioridades nacionales, con objeto de alcanzar apoyos externos útiles a la consecución de los objetivos definidos en el ejercicio de la política pública doméstica, seguramente se facilitará la definición de las líneas de acción para los próximos cuatro años en materia global.
Cuando se revisan las propuestas ofrecidas durante la campaña de Gustavo Petro y se combinan con algunas de sus declaraciones más recientes, es claro que hay ideas y material con qué lograr una estrategia que beneficie a la sociedad colombiana, objeto final de una política exterior correctamente planificada. Las dinámicas ambientales, la lucha frontal contra el narcotráfico, el fenómeno de la migración, la relación bilateral con Venezuela, los flujos del comercio internacional que impactan a Colombia y una real profesionalización del servicio diplomático y consular, entre otros aspectos, fueron asuntos expuestos desde la parte programática. Ahora lo que resta es que todo ello se pueda convertir en algo estratégico, útil al progreso de la sociedad y con resultados que efectivamente sean medibles y valorados como resultado de una política exterior bien planificada.
Sin embargo, aunque en este punto no se trata de lucir aguafiestas frente a lo que puede suceder en los años por venir con la administración que tomará las riendas del país en un par de semanas, ha sido una tradición que se tracen las líneas, que luego estas se tornen borrosas y, finalmente, poco o nada se ejecute. Es probable que en esta oportunidad se trate de más de lo mismo. Máxime con todos los personajes que están rodeando al Pacto Histórico luego de su victoria. Desde ya se percibe que podría ser más de lo mismo.
En conclusión, y aunque Gustavo Petro le habló a Colombia en función de un cambio real, solo el tiempo otorgará crédito a ello, a partir de unas acciones ejecutadas de manera diferente a como tradicionalmente se ha hecho en este país. Si la política exterior no se traza para satisfacer intereses, necesidades y demandas internas, será -otra vez-, tiempo perdido.