MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Mientras participaban de las actividades del Congreso Internacional de Estudios Políticos, Jurídicos y afines, en la Universidad Pontificia Bolivariana, diversos académicos planteaban aspectos clave para la comprensión de lo internacional, aludiendo a las posibilidades que brinda el Análisis de Política Exterior y el estudio de la política, en perspectiva comparada. Dentro de todas las ideas, llamó la atención la enunciación del profesor español, Manuel Alcántara, relacionada con la lectura de un ciclo electoral próximo a culminar.
Desde este espacio, y en otros más, a partir del conocimiento que se tiene sobre la región, tanto en el terreno como en el debate académico, es importante insistir en que América Latina es una región que poco aprende y que se encuentra inmersa en ciclos repetitivos, cada cierto tiempo. Las ideas del profesor Alcántara, junto con otras ya expuestas en columnas previas, reafirman el postulado central de una región sin memoria, y suficientemente expuesta a los ciclos de la política, a partir de la lectura, casi maniquea, entre izquierdas y derechas.
Haciendo uso de un acercamiento a la percepción de los latinoamericanos, en relación con sus gobiernos, el profesor lanzó para el debate la necesidad de comprender que en esta parte del mundo estamos ad portas de otra ruptura cíclica. Pero lo grave de ello, es que esta vez el ciclo que visualiza romperse, o por lo menos desvanecerse hasta dar pie a un nuevo tiempo, es el de la democracia. Se trata, en sus palabras, de una “fatiga” del sistema. El cansancio, ya muy evidente, frente a algo que en definitiva poco ha funcionado para superar las dificultades sociales regionales. Casualmente, Joaquín Estefanía escribió el sábado una columna en el periódico El País, en la que precisó elementos que también explican dicha “fatiga”.
En tal dirección, se pudo ver cómo transcurrieron las jornadas electorales (y democráticas) del fin de semana. Pero antes de citarlas, lo más impactante de los últimos días han sido las reacciones de las diferentes sociedades frente a sus gobiernos. Tanto en Ecuador como en Chile los eventos se tornaron profundamente agresivos, demostrando gran capacidad para forzar a los gobiernos a reversar decisiones. Entre tanto en Bolivia, a partir de una nueva elección de Morales, la situación se torna tensa porque la manera como alcanzó su victoria deja muchísimas dudas. Ya se vislumbra un ambiente de polarización. Y no es para menos, cuando aparece en la escena la posibilidad de una presidencia que alcanzaría los 19 años, con un nuevo periodo que iría hasta 2025.
En el panorama regional, y mientras que en Colombia se decidía la suerte de los candidatos locales, en Uruguay se definió la necesidad de una segunda vuelta para los comicios presidenciales, dados los resultados que no permitieron la victoria de Lacalle o Martínez, por encima del 50%. Por su parte, en Argentina las cosas estaban ya previstas. Mauricio Macri es hoy el gran derrotado. El retorno de los peronistas (Kirchnerismo) es una realidad. Alberto Fernández y su electa vicepresidenta, Cristina Fernández, serán quienes tomen las riendas del país, a partir del próximo diciembre. Les corresponde luchar contra un enrarecido panorama de crisis que, indudablemente, se convertirá en el termómetro de su labor.
Esta denominada “fatiga” democrática, caracterizada entre otras cosas, por la finalización del ciclo electoral, como vienen señalando los expertos, debe ser un tema de mucho cuidado, tanto para quienes hoy están gobernando como para los que prontamente llegarán. Los tiempos en los que los pueblos simplemente aceptaban y agachaban la cabeza ante las decisiones, ya no existen. Hoy, más vale contar con quienes eligen, que actuar a sus espaldas. Una demostración del fenómeno quedó claramente evidenciada en las urnas. Para subsanar “la fatiga”, y evitar la ruptura de la democracia, la transparencia es condición.