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Analistas 18/02/2025

Trump podría lamentarlo

Luis Fernando Vargas-Alzate
Profesor titular de la Universidad Eafit
LUIS-FERNANDO-VARGAS

Extraña tercera década del siglo XXI, con diversos Gobiernos esforzándose por acelerar la crisis del multilateralismo, hasta agudizarla. Algunos de ellos han decidido irse, incluso, contra el humanitarismo desplegado luego de las dos guerras mundiales y han resuelto excluirse de las organizaciones internacionales, OIs, que persisten en trabajar para no dejar desamparados a quienes la institucionalidad doméstica ha sido incapaz de asistir durante décadas.

En el mundo, hay más Estados débiles y fallidos que sólidos y eficaces. Colombia, por ejemplo, ha sido incapaz de proteger y satisfacer las demandas mínimas de sus habitantes durante décadas. Así como éste, hay un número significativo de Estados que tienen a su población padeciendo dificultades interminables.

Ante ello, sólo los esfuerzos de OIs, de diversa naturaleza (intergubernamentales, no gubernamentales, multinacionales, etc.), asisten a millones de personas en todo el mundo, procurando evitar hambre, dolor, penurias y hasta la muerte. Sin embargo, el accionar de este tipo de organismos está experimentando una evidente incertidumbre y afectación, originada con en el retorno del nacionalismo, unilateralismo y aislacionismo estatal que se ha vuelto tendencia.

El más sonado de los comportamientos encasillable en dicho movimiento es el estadounidense. Habiendo muchos más, es el que llama la atención, por haber sido el gestor del sistema internacional que hoy quiere desdibujar, una vez se encontró con los resultados en materia de costos y responsabilidades. Sobre las ruinas del sistema de Bretton Woods, Trump está ejecutando su trillada doctrina Maga (Make America Great Again).
Así las cosas, la administración estadounidense, que sigue liderando la economía más poderosa e importante del mundo, está adentrándose a un terreno fangoso que se puede convertir en su maldición. Como se sabe, cada vacío de poder en cualquier escenario, procura ser llenado por un actor que vislumbra posibilidades que otros no comprenden.

El hecho de que Estados Unidos despeje el camino en los diferentes organismos multilaterales y que su administración insista en avanzar en una represión arancelaria a lo largo y ancho del mundo, está invitando a que sus rivales, pero sobre todo el más enconado de todos (China, la segunda economía del mundo), actúe. En los últimos 30 años el progreso económico del gigante asiático superó todas las expectativas planteadas cuando la Guerra Fría llegó a su fin.

Políticamente China sigue sin descifrarse. Aunque de facto se está ante una dictadura de partido único, existe una relativa flexibilidad para asuntos económicos que permite pensar que de esa fusión político-económica emerjan propuestas útiles y oportunas para llenar los vacíos que Estados Unidos está dejando, pero, sobre todo, para avanzar en la reformulación del engranaje multilateral que alguna vez fue creado y puesto en funcionamiento a imagen y semejanza del gigante norteamericano.

Un actor económico que en 2024 superó sus propios récords, construyendo más líneas férreas de alta velocidad que todo el resto del mundo, convirtiéndose en el primer exportador de automóviles y reconfigurando la producción agrícola en diversas partes del mundo, tiene el músculo financiero y la astucia de poner el multilateralismo a su servicio cuando lo desee. Quizá luzca exagerado, pero Trump podría lamentar lo que hoy se jacta de realizar, aislándose del mundo e imponiendo aranceles a diestra y siniestra.