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El estilo con el que Nicolás Maduro asume problemas tan serios como el anuncio reciente de incapacidad para enfrentar las obligaciones financieras del país que “gobierna”, no deja de sorprender. Sin embargo, más asombroso es notar que todos esos funcionarios que conserva a su lado le siguen celebrando las sandeces que expresa, cada vez que sale con sus desafinadas declaraciones. Es una completa obra de teatro, aunque de guion mal diseñado, sin argumento y con actores perversos. Pero, ¿a qué tipo de obra se asiste? ¿Es drama o tragedia?
No es claro en realidad. A pesar de ello, en dicha obra sí es perceptible que el ámbito general de la política económica (y macroeconómica) del país bolivariano es causa y consecuencia de su situación. Causa, porque sus políticas, previstas y constatadas como insostenibles en el tiempo, se quisieron imponer a toda costa, primero en tiempos de Hugo Chávez, ahora con el “gobernante” que todos conocen, estrangulando su propia estructura económica. Y consecuencia, porque si Venezuela se interesa en salir del caos en el que se encuentra, tendrá que demostrar, en un proceso de renegociación de la deuda, cuáles serán las estrategias con las que enfrentará el problema del impago. Esto, necesariamente, se traduce en una política económica reorientada y medianamente sensata que, efectivamente, le permita cumplir con las nuevas obligaciones.
Las políticas actuales son inútiles e inviables. De hecho, son las que tienen al país con una deuda externa del sector público superior a 130% de su PIB; lo que significa crisis e insolvencia. Lo particular es que el aprieto estatal está anclado al funcionamiento de Pdvsa. Es así como gran parte de los compromisos que Venezuela enfrenta pertenecen a la petrolera (alrededor de 30% de la deuda externa del país pertenece a la entidad). El manejo que se ha hecho de la firma estatal ha sido desastroso e imbuido por la corrupción, y ahora le está pasando factura a su capacidad de pago.
La declaratoria del default no es exclusiva de un organismo internacional, sino la determinación de un comité que incluyó a representantes de entidades financieras como JPMorgan Chase, Goldman Sachs, BNP Paribas, Citibank, Deutsche Bank y la Société Générale, sumados a pronunciamientos multilaterales y posiciones de variadas firmas consultoras. Ha sido una conclusión trascendental, en detrimento de la posición venezolana en el sistema económico internacional.
En realidad, solo era cuestión de tiempo para que el Estado venezolano se viera en situación de bancarrota, que es lo que en últimas significa el anuncio. No obstante se trate de una declaración de “crisis parcial”, lo más seguro es que en pocas semanas quede demostrada la imposibilidad de cumplirle a los poseedores de sus bonos. Técnicamente, el país llegó al punto más bajo, no habrá forma de recuperarlo en poco tiempo, pues -como se sabe- su sistema productivo, literalmente es inexistente. Con esporádicas excepciones, lo único que hacen desde hace varios años ya, al interior de sus fronteras, es extraer oro negro del subsuelo.
Ahora con esta nueva categoría que adquiere de morosa e incumplida con sus obligaciones financieras, Venezuela no encontrará entidades que le otorguen nuevos créditos. Por tanto, el señor Maduro tendrá que arreglárselas bajo la sombra de rusos y chinos, quienes -al parecer- seguirán apoyando el remedo de revolución que intenta mantener, otorgándole planes de refinanciación medianamente llevaderos.
Entonces la pregunta que queda por hacer es, ¿cuándo y cómo terminará esta larga y dramática escena? ¿La orden seguirá siendo que la gente se vista de rojo, aplauda y sonría? Por parte de la oposición y del venezolano sensato, urge que se saquen a flote las estrategias para que esa horrorosa situación llegue a su punto final, ahora que incluso se ha visto por ahí a algunos gustosos del socialismo, despotricando del huésped de Miraflores.