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Volvamos a la economía básica y dejemos de tragarnos el cuento de las supuestas torpezas que sólo enmascaran la aplicación intencional de la destructiva teoría del caos que pulula el socialismo del siglo XXI, avalado por pingüinos como Open Society y por la inhumana forma en que ahora se bendicen tiranos y terroristas en redes y hasta por la ventana del Vaticano.
Es Torpe que ni Petro ni sus ministros entiendan que el manejo económico depende del sentido común y de la comprensión básica de temas elementales, como que la confianza inversionista es el combustible de toda economía.
Torpe, es no entender que, sin la confianza del sector productivo en los gobiernos, las economías no avanzan, se apagan. Sin ese combustible que representa la confianza, al país se le funde el motor, pues se queda sin la actividad económica que sumada conforma el PIB y determina su crecimiento.
Torpe, es no entender que la gente necesita que los líderes gremiales, políticos, sindicales, sociales y espirituales, se pongan firmes y se resistan a la destrucción del sistema de salud. Sin salud todo lo demás, no tiene razón de existir. Uno pobre y sin buena cobertura de salud, va directo a la funeraria y al hueco, y lo mismo le pasa al país.
Torpe, es no entender que además de salud, la gente y el país para funcionar necesitan seguridad y que la principal obligación del Estado es proteger a los ciudadanos y no a los delincuentes. Colombia está sin seguridad y ello frena la actividad económica y permite que los violentos y los criminales, asesinen, secuestren, extorsionen y atraquen cada día más indefensos, como si el Estado les diera licencia y subsidios para hacerlo.
Torpe, es ignorar que todo ciudadano del común sabe que, mientras el gobierno esté negociando impunidad con delincuentes y con organizaciones narcoterroristas, la fuerza pública, temerosa de que la acusen de patear las mesas de las estériles negociaciones, no va a cuidar ni a defender las mayorías que, ahora pasaron a ser ciudadanos de menor derecho.
Torpe, es creer que la ciudadanía no comprende lo que representa para la economía del país y la de sus familias, saltarse, cambiar o quitar la regla fiscal. Eso sí que es pan y circo para el pueblo, mientras se le roban hasta el hambre de mañana. Es como abrirle las ventanas del banco de sangre a Drácula y a todos los vampiros y pretender que no se beban todas las bolsas de sangre.
Torpe es la ridiculez de decir que con bajar los intereses y hacer obras públicas sin tener capacidad de ejecución, se va a solucionar un problema sistémico de pérdida patrimonial del Estado, del sistema financiero y productivo, y de confianza económica. Algo evidenciado por la vertiginosa caída de un PIB que hoy es negativo (0.3%), y que marcó sólo un 3% al cierre de 2022, cuando el 2021 registró un crecimiento del 10.7% y se entregó a junio de 2022 con un parcial de 12.6%.
Torpe, que no entiendan que la inseguridad jurídica y económica es el espantapájaros que genera la desconfianza, y que la ignorancia y desatino de los gobernantes causan la salida de capitales, el parón en seco de los proyectos de inversión y el pánico que ahuyenta la inversión extranjera directa en sectores productivos, en contraposición a la desmedida llegada de dólares negros por lavado de dineros calientes.
Torpe, es creer que haber ganado una elección popular, lícita o fraudulenta, da derecho a disponer de los ahorros, pensiones y propiedad privada de las personas ni a de confiscar activos productivos por vía impositiva, como se quiere hacer por medio del incremento del catastro.
Torpe, es generar desconfianza inversionista con anuncios irresponsables de que se desmantelará la sostenibilidad energética actual del país. Eso es como abrirle uno mismo un hueco por debajo al tanque de gasolina del carro, y salir a quejarse de que el motor no funciona por culpa del conductor o del que lo tanqueó en la gasolinera.
Torpe, es lo que están haciendo con el petróleo, el gas, el carbón, y al permitir la minería ilegal y promover la legalización de la coca y la deforestación asociada a la misma. Eso, es como quitarle el cuido a la mejor vaca del establo y darle a beber veneno para que se enferme y se enflaquezca, y cuando deje de dar leche, mandarla al matadero donde por su condición ni la carne se pueda vender para el consumo.
Torpe, es no entender que “no se puede tomar leche y comer carne de la misma vaca”, y que el único flujo de caja no impositivo que a futuro respalda la financiación del Estado, son los ingresos de sus empresas industriales y comerciales (léase el grupo empresarial Ecopetrol, incluida ISA). Atención que, si de ahí quieren seguir alimentando una cleptocracia que no se cansa de hartar en la despensa, y no mantienen sanas esas empresas y su gobierno corporativo, pronto terminarán como pasó con PVDSA, y el país perderá los ingresos para pagar la costosa transición energética.
No es torpe sino miserable que, por la ideología resentida que quiere imponer este gobierno, se ignore que la gente y los negocios ya no pueden pagar más impuestos, mientras la carestía está disparada, aumenta la economía informal y el PIB marca negativo y decreciente.
Entendamos que, con el manejo que le están dando al Estado y a la economía, están llevando a la ruina a las empresas privadas que generan el empleo y pagan las nóminas con que mercan las familias de los trabajadores, y a las propias empresas de las que dependen los ingresos del Estado, las regalías y el desarrollo económico de las regiones.
Intencionalmente van a dejar al país sumido en el caos y la pobreza, pero que no crean que van a terminar con el espíritu libre de los colombianos emprendedores y trabajadores que no vivimos como este gobierno, tragando de la ubre y las tetas del Estado que ellos mismos están secando. Esa cartilla económica TOR-PE no es la que quiere ni la que necesita Colombia.