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Llega el 2025 y creo que los colombianos debemos reflexionar y hacerlo profundamente. La sociedad corrige el rumbo, o vamos a sucumbir a manos de nuestra propia indolencia e incapacidad de abordar el camino del desarrollo como una nación civilizada.
Aunque en muchos países occidentales las democracias tengan enfermedades complejas, la colombiana está convertida en un “quilombo” caótico, a manos de una cleptocracia liderada por unos pocos “malvados” proxenetas de la destrucción institucional y “matarifes” de las libertades y las garantías sociales.
Dan vergüenza los escándalos de corrupción y depravación que se publican sobre la Casa de Nariño, un parlamento prostituido, y una justicia milonguera que en algunos temas coyunturales se aparta de la línea del gobierno para marcar su terreno y proteger su propio negocio.
En materia de soberanía y control territorial, las zonas fronterizas y los corredores de narcotráfico están convertidos en franjas totalmente controladas por una multiplicidad de organizaciones criminales, y la seguridad ciudadana está en manos del inhumano progresismo ambientalista que calla ante las matanzas del narco-genocidio, la deforestación y la minería ilegal que devastan la biodiversidad y multiplican los cultivos que matan.
La institucionalidad partidista está completamente obstruida por los intereses de quienes la controlan y otorgan los avales. Desde que el progresismo llegó al poder, la sociedad civil está desaparecida, y los gremios productivos, apaciguados, desentendidos y relegados a la irrelevancia por su incapacidad de exigir la adecuada conducción de la cosa pública a los gobiernos de turno.
El gobierno actual está dado a la destrucción de las instituciones del Estado de Derecho, las libertades económicas y los valores cívicos que por cientos de años han sido los flotadores de la democracia.
El Estado se devora la hacienda pública como una despensa convertida en una paridera de ratas, y permite y promueve la formación de capitales ilícitos, con lo cual la economía lícita, formal y contributiva se desvanece en las manos de una clase dirigente dedicada a procrastinar en materia ética e incapaz de preservar el sistema de libertad de empresa.
Mientras nuestra administración pública sucumbe en la decadencia, la civilización se transforma y avanza vertiginosamente con la multiplicación exponencial del conocimiento derivado de la velocidad de proceso de la computación cuántica.
Escúchese bien, cuando el avance de la ciencia y la tecnología ha logrado crear nanomáquinas autónomas cien mil veces menores que un grano de arena, que van a ser capaces de trabajar a nivel atómico o intracelular y que van a revolucionar el funcionamiento de todo lo viviente; nosotros los colombianos estamos conformes con la conducción de la nación por parte de modelitos de seres tan deficientes, nefastos, destructivos y malvados como Petro, Santos y toda la espantosa jauría que han llevado a ocupar todas las posiciones de decisión dentro del Estado bajo las banderas de un progresismo que, en lugar de impulsar la generación de empleo y el acceso universal a la educación y la salud, promueve la permisividad impune con la degeneración humana y social, y la criminalidad asociada al narcoterrorismo.
Nos convertimos en un narcoestado y una madraza delincuencial donde hasta la nutrición infantil se la roban políticos y contratistas. A eso ha quedado reducida la Colombia del pacto histórico, y de corruptelas partidistas entreveradas con toda suerte de criminalidad.
Estamos dejando destruir los valores, los principios, los símbolos patrios, etc. Se perdió el respeto por la vida, la propiedad, y el civismo propio de la dignidad personal.
Para elegir bien nuestros líderes debemos considerar que, aunque la mayoría de las personas son buenas, algunas de vez en cuando hacen cosas que saben que están mal. Otras tienen por costumbre hacer cosas malas y tratan de evitarlo pues le temen a que los castiguen.
Hay otras, que son corruptas hasta la médula y no les importa nada. Y hay seres “malvados”, matarifes, que pertenecen a una categoría diferente pues no los inmuta el daño que produzcan, ni quien pague las consecuencias, pues la conciencia no les pesa, creen estar por encima de todo y justifican sus acciones en la consecución de sus objetivos, así ello implique la destrucción violenta de toda una nación.
Está en cada uno de nosotros escoger los líderes con sabiduría y previsión: Ser liderado por un cobarde, es ser controlado por todo aquello a lo que el cobarde teme. Ser liderado por un mediocre, es ser liderado por los oportunistas que controlan.
Ser liderado por un ladrón, es ofrecer nuestros más preciados tesoros para que se los roben. Ser liderado por un mentiroso, es prestarse voluntariamente a que nos engañen. Ser liderado por un tirano, es vendernos y someter nuestros seres queridos a la esclavitud.
Ser liderado por una persona íntegra, significa conservar nuestra independencia y ser dueños de nuestra propia determinación. Y ser liderado por una persona sabia, significa ser libres de hacer nuestras propias elecciones.
Salgamos de este “quilombo”, seamos capaces de decir basta ya de hablar de paz como envoltura de impunidad. No más Petro. No más Santos. No más socialismo del siglo XXI, progresismo, populismo, ni más política tradicional.