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Analistas 05/01/2025

Repletos de egoísmo y egomanía

Luis Guillermo Echeverri Vélez
Ganadero, Abogado y Economista Agrícola
Luis Guillermo Echeverri Vélez

Cada que conozco más los animales entiendo menos al hombre. Los animales no razonan, pero son nobles y no tienen egos.

Ahora voltea el calendario y aquí en lugar de pensar en solucionar los graves problemas de la gente sólo se habla de candidatos que nadan en su egolatría.

Este es un mensaje dirigido a nuestros líderes, un llamado a que como nación formemos unidos una cultura sana enmarcada en la legalidad, con respeto por la niñez, por la vida de las personas de bien y de los soldados y policías que luchan por nuestra seguridad.

Pensando en qué le ocurre al liderazgo público y privado en Colombia, sin temor a equivocarnos hay que entender que tenemos un problema social, cultural y educativo que nos ha llevado a perder el sendero del crecimiento interior como personas.

Entendamos que primero están las obligaciones, y es su cumplimiento el que nos otorga derechos. Venimos a este mundo a aprender a ser mejores seres humanos, no a cosechar materialidad, poder, fama y riqueza que alimente nuestros egos.

Está la nación en manos de engreídos que sólo viven en función de una nociva competencia entre los egos de quienes figuran por un discurso demagógico que sólo oculta su apego a lo fútil y material, y no por la fortaleza interna reflejada en la ética y la positividad de sus actos.

El país no se transformará sin un liderazgo que sepa meditar y pensar bien las cosas para poder actuar de la manera correcta, seria, constructiva, y dejar de lado todo aquello que representa un lastre para la sociedad e impide la formación de seres íntegros y buenos seres humanos, como las negociaciones que solo resultan en impunidad y multiplicación del crimen organizado, la violencia intrafamiliar, entre ciudadanos, contra el Estado, la desnutrición infantil, y la cultura mafiosa del engaño, la rumba y la droga.

Parece que quienes hoy se dedican a la politiquería nunca logran conocerse a sí mismos, y sólo presumen de virtudes para tratar de compensar un ego que es la manifestación vívida de su verdadera condición humana. Un ego que los traiciona y les impide vivir en función de un desarrollo interior y un obrar creativo, activo y positivo fundamentado en altruismo, empatía, amor y alegría como medios para desarrollar la capacidad y la voluntad de hacer siempre lo mejor.

El ego es el factor que no deja a las personas diferenciar entre crear para transformar o destruir.
El ego nos hace esclavos de una falsa conveniencia personal que nos aleja de la superación y de la comprensión de nuestras propias capacidades.

El ego siempre es cobarde, nos refiere al pasado y nos limita a las ambiciones del futuro. Es la manifestación del temor a avanzar por miedo a morir y a vivir el presente.

Todos los trabajos honestos dignifican al hombre. Por eso todo hay que hacerlo bien. Sólo trabajando con interés genuino logramos disfrutar de lo que creamos o construimos interna y externamente en favor de otras personas y de toda la nación.

El ego no nos deja entender que el trabajo y la disciplina son el medio para desarrollarnos como seres humanos creativos que entregan todo al presente con total audacia y desprendimiento. Las personas con grandes egos pueden tener destellos geniales de creatividad, pero por lo general viven en un continuo caos interno, no son libres ni felices, son prisioneros de sus miedos y frustraciones.

La egolatría solo lleva a las personas por el camino de las ambiciones desmedidas, les impide poner los cinco sentidos en hacer las cosas bien. Los seres que carecen de valores éticos tienen miedos e inseguridades que superan sus mejores deseos y los llevan al camino equivocado.

El egoísmo es la consecuencia de la inseguridad a aventurarse a vivir una transición inmaterial constante como ser humano y lleva a las personas a no poder ser conscientes del deber ser, al no tener el valor de tomar los riesgos de hacer lo correcto.

El resentimiento, la envidia y el odio, agigantan el ego, evocan al materialismo y la vida dedicada sólo a aquello que nos produce placer. Estos son los problemas que tienen las personas que no están contentas consigo mismas, las que no les gusta lo que ven en el espejo, pues les refleja su descontento por lo que no son.

Quienes están supeditados a las ambiciones desmedidas de sus egos solo se nutren de la identidad material. Caen en propia trampa y terminan sin entender que no hay que hacerle el mal a nadie para sobresalir si uno se exige a sí mismo y se comporta con ética y real voluntad de servir.

Muchos falsos líderes, son seres incompletos, inseguros, cambiantes, dependen de las opiniones de los demás, solo buscan poder, reconocimiento, fama, éxito, dominio, riqueza, placer o belleza, y por eso gravitan en sus propios defectos y dependen de su capacidad de engañar y de hacer daño.

El ego siempre condiciona al miedo. Hay que vivir con valor y ser siempre auténticos sin reparar en el qué dirán, en la repercusión o el costo mediático. Lo demás es un autoengaño. Lo dijo Aristóteles 350 años antes de Cristo: “El pensamiento condiciona la acción. La acción determina el comportamiento. El comportamiento repetido estructura hábitos. Los hábitos estructuran el carácter. Y el carácter marca el destino”.

Seamos conscientes de las graves dificultades actuales del país, pues la manera de pensar, de ser y de obrar de nuestros líderes, es el factor que más determina lo que le suceda al ciudadano promedio, y lo que define el nivel de cultura de una nación, especialmente cuando estamos frente a líderes débiles, egolátricos, temerosos, destructivos e incapaces de construir y transformar, porque son el producto del resentimiento, la violencia, el odio, las envidias y los vicios que pululan nuestra sociedad.

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