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Analistas 02/09/2020

Burbujas

Culminaron las convenciones presidenciales de los partidos tradicionales en los Estados Unidos y las encuestas no cambiaron un ápice. Hace unos años hubiera sido diferente: las convenciones ofrecían una oportunidad (los debates, la otra) para que los electores indecisos conocieran a los candidatos y tomaran una decisión sobre su favorito.

Hoy en día, la extrema polarización política hace redundante estos ejercicios de confrontación de ideas. Como Hitler, que tenía una biblioteca inmensa de libros que no se había leído porque su mente ya estaba decidida, la mayoría de los electores norteamericanos no necesitan de los rituales electorales porque de antemano ya saben por quién votar. Si ven Fox News y leen los editoriales del Wall Street Journal van a votar por Donald Trump, si, en cambio, les gusta CNN y están suscritos al New York Times, votarán por Joe Biden.

El encapsulamiento de las opiniones políticas en silos mediáticos hace que la gente reciba solo la información que quiere oír y al diablo con la objetividad, que acaba siendo un estorbo para el diálogo entre quienes optan por desinformar y quienes optan por desinformarse. Basta con escuchar los monólogos demagógicos de Tucker Carlson (el programa “informativo” más visto de la televisión por cable) o Sean Hannity en el prime time para darse cuenta que la idea no es dar noticias sino exacerbar a la base con la retórica que esta quiere oír.

Peor aún, las redes sociales no necesitan de un medio cuya dirección haya claudicado de su responsabilidad editorial. La gente cada vez se informa más a través de nichos digitales que escoge porque reflejan sus propios sesgos políticos y culturales. Y no solo en los Estados Unidos.

En Colombia, donde la lectura de prensa siempre fue baja, la mayoría de la gente hoy día recibe información por páginas de Facebook, grupos de WhatsApp y microblogs de Twitter. Esto lo descubrieron prontamente los promotores de No en el plebiscito de 2016, que inundaron las redes con mentiras sobre el acuerdo de paz “para que la gente saliera a votar verraca”, según lo confesó después el director de la campaña.

Las burbujas mediáticas de esta era digital refuerzan los sentimientos tribales entre quienes son similares y piensan igual, pero erosionan los nexos entre los diferentes grupos que hacen parte de una sociedad democrática que, por definición, es diversa y multicultural.

No es accidental que cada vez sea más difícil buscar consensos o “acuerdos sobre lo fundamental”, como decía Álvaro Gómez, un líder conservador en una época que todavía no se había contaminado por el tribalismo contemporáneo.

La división de la sociedad en facciones antagónicas no tiene nada de bueno. De continuar la polarización, en el mejor de los casos, continuará el diálogo de sordos y, en el peor, el fraccionamiento aumentará la disfuncionalidad del sistema político y hará que unos se quieran imponer sobre los otros, generando inestabilidad y violencia. En Colombia esta película ya la vimos y no tiene un final feliz.

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