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Analistas 19/02/2025

Chavistas en el clóset

Lo único que bueno de la posesión del dictador Maduro después de robarse las elecciones es que por fin sabemos quiénes son los chavistas colombianos enclosetados. De estos hay muchos y variados.

Los hay vergonzantes, que alaban los supuestos logros de la revolución bolivariana -que siempre fueron escasos- y que ahora intentan distanciarse de las estridencias del régimen. Cuando Chávez estaba vivo se veían con frecuencia. Dirigían ilustres ONG y escribían columnas donde intentaban con voz ponderada explicarnos los avances en equidad y justicia del régimen cuando en realidad se estaba construyendo un narcoestado dictatorial que acabó causando la crisis humanitaria más brutal de la historia de América Latina. Siguen ahí, pero por ahora están más calladitos.

Los hay cínicos, que son rápidos para intervenir cuando un aliado de izquierda esta tambaleante debido a su incompetencia o inmoralidad, pero que se arropan en la libre determinación y autonomía de los pueblos cuando se trata de sus compinches venezolanos. Basta con verificar la histeria de Petro cuando salió a defender al criminal Pedro Castillo en su intento de autogolpe y la cobardía que nuestro primer mandatario ha demostrado con la pantomima que fue la posesión de Maduro.

Los hay pusilánimes, como ciertos expresidentes y ciertas senadoras del Pacto Histórico. En unos casos se busca salvar cierta relevancia perdida y en otros es pura lambonería. Decir, como dijeron antes de las elecciones, que el sistema electoral venezolano era “de los más confiables del mundo” y que Colombia debería copiarlo será un oso inolvidable, pero insistir en que el régimen venezolano merece algún tipo de legitimación es un descaro grotesco.

Los hay cómplices, y de estos tenemos varias modalidades. Los que lo son de frente, como los miembros de Comunes o la senadora Gloria Flórez, que no tienen ningún empacho en lavarle la cara a la dictadura participando de cuerpo presente en sus cantinflescos actos. O los que prestan su ayuda sinuosamente, buscando artilugios retóricos para justificar lo injustificable. Como el actual vicecanciller Jaramillo Jassir o Mafe Carrascal que intentan inventarse una inexistente diferenciación entre autocracia (que es, según ellos, el madurismo) y dictadura (que será, digamos, Pinochet), donde la primera, por alguna razón inexplicada parece valer y la segunda no.

La lección de todo esto, como dijo Thierry Ways en su cuenta de X, “es que hay que evitar que chavistas, castristas, castrochavistas, filochavistas, bolivarianistas, kirchneristas, unasuristas, forodesaopaulistas lleguen al poder. Porque no se van nunca”. Por lo menos desde 1958 -y a diferencia del vecino- Colombia ha sido una democracia. No podemos dejar que el autoritarismo disfrazado use los mecanismos electorales para imponer aquí una dictadura. No se nos puedo olvidar que Petro con su constituyente espuria intentó subvertir el régimen democrático y muchos de estos chavistas enclosetados se montaron en la idea hasta que el golpe de realidad los bajó de la iniciativa. Estamos advertidos. Ojalá que después de 2026 no revivamos la experiencia.