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Analistas 10/07/2024

Cristo de espaldas

Con la clavícula y tres costillas rotas el nuevo Ministro del Interior ha salido magullado de la triple voltereta que dio para justificar la convocatoria a una Asamblea Constituyente. La misma que un par de semanas atrás había descalificado como inconveniente e innecesaria.

Como suele ocurrir en estas ocasiones, donde los globos se van pinchado en las manos de quienes los inflan, ahora resulta que lo que dijeron no fue lo que dijeron. Que fue otra cosa. Que les entendimos mal. Resulta que lo que nos querían decir es que necesitamos un acuerdo nacional para sacar adelante unas reformas, nada más.

Que lo de la Asamblea Constituyente estaba en nuestra imaginación y que la potencial reelección del Presidente era solo una fantasía paranoica. Además, aquello del “poder constituyente” es una figura retórica y que lo importante, en todo caso, es que cualquier iniciativa de reforma constitucional se llevaría a cabo por la vía del Congreso y según el manual de reglas del juego constitucionales. Pronto veremos quien está engañando a quién.

Si el hábil Ministro del Interior a sí mismo, (según reportes de prensa adelantó “una dura negociación” con Petro imponiéndole a éste una serie de inamovibles antes de aceptar el cargo) o el Presidente al Ministro, donde el primero siempre acaba haciendo lo que se le da la gana.

La explosión volcánica nunca se pudo controlar, los que lo intentaron acabaron chamuscados por la lava ardiente. Si hay algo claro en esta administración, es que cualquier desvío de la línea ultra radical del Presidente impone el despido.

El gobierno del cambio es del cambio solo en la cantidad de ministros

De eso se trató el recambio ministerial: de incorporar al gabinete a quienes están por encima del prevaricato, ya sea por ignorancia, candidez o mala fe. Porque el verbo “ejecución” en el universo petrista significa la violación intencional de la ley. Sea expropiando empresas (como hicieron con las EPS intervenidas), expidiendo decretos ilegales o, simplemente, saqueando el erario para sobornar congresistas.

Los fanáticos que ocupan las diferentes carteras ministeriales son parte de una cofradía cuya lealtad incondicional al líder es más importante que el cumplimiento de la norma. Al fin y al cabo, de lo que se trata es la realización de la revolución añorada, no de la gobernanza democrática.

Ese es, en últimas, el problema esencial del petrismo: que es una apuesta fundamentalista. Las concertaciones fallidas en salud, educación y pensiones (se aprobó la ley, pero se caerá en la corte) deberían confirmar que el acuerdo nacional propuesto es, en el mejor caso, una falacia y, en el peor, una treta peligrosa.

Uno quisiera creer que el nuevo Ministro, quien viene de la política tradicional, es capaz de convencer a Petro de que deje de ser Petro. Sin embargo, los números no parecen ayudarle. El gobierno del cambio es del cambio solo en la cantidad de ministros y viceministros que han pasado por el gabinete en dos años de mandato: 37 de los primeros y 57 de los segundos. Si no obra un milagro, dentro de un par de meses el nuevo fichaje será, muy probablemente, un número más en la larga lista.

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