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Ya veremos qué ocurre el próximo 29 de octubre en las elecciones regionales. Las encuestas presagian una derrota del petrismo y el ambiente político parece confirmarlo.
Hay, sin embargo, cuatro campos de batalla por definir. El primero, es el premio mayor: Bogotá. Galán, según los sondeos, puede ganar en la primera vuelta, aunque eso no es fácil. El candidato petrista, el empijamado Gustavo Bolívar, está muy atrás y podría inclusive quedar de tercero. Si hay segunda vuelta, las cartas se rebarajarán y, en caso en que el oficialismo compre el tiquete, el Gobierno Nacional no ahorrará en prevaricatos para que su hombre tenga algún chance en el repechaje.
El segundo es Cali. Justicia divina sería que Alejandro Eder ganara la elección. Por muchas razones, la primera porque sería un excelente alcalde que tendría la difícil tarea de reconstruir física y moralmente una ciudad destruida por la corrupta demagogia del progresismo. Pero también porque enterraría de una vez por todas la narrativa marxista, tan difundida por el actual régimen, que vende la idea de que unos son ricos porque muchos son pobres, cuando lo cierto es que el desarrollo enriquece a todos, tal vez a unos más que a otros, pero a todos.
En tercer lugar, hay que ponerle el ojo a la gobernación de Antioquia. Difícil que Luis Pérez no tenga un resultado destacado. Sus contradictores, enredados en rencillas, no se han podido poner de acuerdo y el voto opositor se encuentra fragmentado. Esto recuerda lo que ocurrió en Bogotá en 2011. Quizás se dé un voto finish, pero si Pérez gana, aunque no sea propiamente petrista, el gobierno intentará apuntárselo como un gran triunfo.
Finalmente, está la elección del Atlántico. Algunos hubieran pensado que esta era una victoria por W.O. del charismo pero resultó más reñida de lo esperado. Ya quisieran muchos departamentos de Colombia tener candidatos de las calidades humanas y profesionales como los que puntean en las encuestas. Lo importante es que el próximo gobernador se abstenga de caer en los cantos de sirena de la Colombia Humana, que, en su versión costeña, como lo dejó evidenciado el joven Nico, puede tener su mutación más pestilente.
En todo caso, la oposición debe ser prudente para no perder en el terreno de las expectativas lo que puede obtener en las urnas. Recientemente, las victorias anticipadas por la oposición en España y en Argentina han culminado en amargas decepciones. Subestimar las maquinarias gubernamentales y sobreestimar los extremos ideológicos ha salido muy costoso.
Aquí el gobierno y sus nada despreciables hordas bodegueras nos intentarán explicar el próximo domingo en la noche porque perder es ganar un poco. Con 1.102 alcaldes, 32 gobernadores, 12.072 concejales y 418 diputados por elegir habrá de todo, como en botica.
Lo importante es no perder de vista el objetivo final, que son las elecciones de 2026. Usualmente las regionales son el ensayo con orquesta y vestuario de las presidenciales. Una derrota contundente del petrismo el 29 de octubre pavimentará el camino para devolverlos prontamente al asfalto.