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Dentro de muy poco la Federación Nacional de Cafeteros cumplirá 100 años. Esto la hace una venerable institución, desde sus orígenes aristocráticos -no es sino ver la foto tomada aquel día de 1927-, pasando por la Federación Imperial de Manuel Mejía y Arturo Gómez Jaramillo, hasta su transformación en lo que puede ser en la actualidad la ONG más grande del planeta.
Porque las instituciones que evolucionan, las que sobrepasan los retos y las que responden a las necesidades de sus destinatarios, son las que sobreviven y prosperan.
Hoy en día, la Federación cuenta con cerca de 540.000 familias cafeteras afiliadas, que participan en el gobierno de una organización admirablemente democrática. Cualquiera con media hectárea de café puede acceder a una cédula cafetera que, además de muchos otros beneficios, le da oportunidad de votar en su comité municipal -de los cuales existen 387 en todo el país- y de elegir directamente a sus representantes en uno de los quince comités departamentales, que a su vez envía, por comité, un delegado al comité directivo, el cual (junto con cuatro ministros del gobierno) conforma el comité nacional donde se toman las decisiones fundamentales de la agremiación.
Este proceso democrático fue el mismo que se activó el pasado mes de diciembre cuando el presidente de la República, sin consultar con su ministro de hacienda, le pidió la renuncia a Roberto Vélez, el gerente de ese momento, causando estupor. Este no solamente venía haciendo ejemplarmente su trabajo, sino que la Federación, por mucha parafernalia pública, sigue siendo una agremiación privada con plena autonomía para escoger a sus directivos.
En su reemplazo los cafeteros escogieron una terna de candidatos, que, valga reiterar, contó con la aquiescencia de los cuatro ministros del gabinete que asisten al comité nacional. El escogido fue Germán Bahamón, en un muy justo reconocimiento al Huila, el principal productor de café del país. Según estadísticas de la misma Federación en todo el proceso de elección participaron 54% de los afiliados, que es más o menos el mismo porcentaje de votantes que participaron en la elección de Gustavo Petro.
Y, sin embargo, en una pataleta infantil porque no se dilató la elección para satisfacer los caprichos presidenciales ahora salen con el cuento de que la institución no es democrática y, en una afrenta a los cafeteros del país, pero sobre todo a los huilenses, nariñenses, vallunos y caucanos que movieron con entusiasmo la candidatura, ponen en entredicho la elección.
A palabras necias, oídos sordos, parece ser la actitud del nuevo gerente; persona, por demás, de excepcionales calidades personales y profesionales. Al doctor Bahamón le cabe en la cabeza la industria cafetera, tiene empatía con el cultivador de base, conoce del comercio internacional del grano y ha manejado grandes empresas.
Sin inmutarse por la fría recepción gubernamental le ha tendido la mano al presidente. Sería un gesto gallardo del primer mandatario, que tanto insiste en la conciliación y el diálogo, no dejarla suspendida en el aire.