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Primera escena. El Ministro del Interior presenta su propuesta de acuerdo nacional, que ha llamado apropiadamente “acuerdo mínimo” sobre asuntos fundamentales del país, en un eco no muy distante de lo que planteó en su momento Álvaro Gómez. Es un documento de cinco puntos, serio y bien pensado. Lo ha consultado previamente con diversos actores políticos y sociales. Parece que puede ser una base apropiada para empezar a edificar el llamado “acuerdo nacional” que el Presidente tantas veces ha anunciado, pero, fuera de algunas ideas disonantes, poco ha articulado.
Segunda escena. Concluido el panel donde el Ministro ha hecho su exposición toma la palabra la Secretaria General de la Presidencia, quien estaba dentro del público. El acuerdo nacional, les informa a los asistentes, no es nada parecido a lo que el Ministro acaba de articular. El acuerdo nacional, dice, “somos todos los que estamos aquí sentados” y entra a describir su entendimiento de este: una serie de microproyectos microgerenciados, desarrollados entre el gobierno y algunos empresarios. Un puentecito aquí, una escuelita allá. Un par de pozos de agua en ese lado, unos paneles solares en el otro.
Tercera escena. En la tarde llega el turno de la Secretaria General de la Presidencia para hablar en su panel. Reitera su entendimiento del acuerdo nacional. La periodista Juanita León hace una pregunta que dura tres segundos: ¿qué tanto encaja el entendimiento de acuerdo nacional que tiene ella (y por antonomasia el Ministro del Interior) con el que tiene el Presidente de la República? La respuesta sale a trancazos y con incoherencias de la boca de la funcionaria. Sí, pero no, pero tal vez. Al final levantó los brazos como hablándole a una deidad y dijo que para Petro el acuerdo nacional era “una discusión más política”.
¿Nombre de la obra? El acuerdo nacional que no fue, o que no será o que, si será, será a medias. El primer acuerdo que se tiene que hacer es entre los funcionarios de Petro y entre este y sus funcionarios. Cuando sepan exactamente qué es lo que quieren bien puedan comunicárselo al resto del país.
Ya veremos los ciudadanos de a pie si nos montamos en la iniciativa o no. En principio no vale la pena. Como lo dijo el senador Miguel Uribe en las discusiones que hemos relatado, el acuerdo nacional ya existe. Se llama la Constitución de 1991. Tampoco tenemos que hacer un acuerdo nacional, como pareció sugerirse en las presentaciones, para respetar el calendario electoral. Ni más faltaba que las elecciones, que están definidas en la ley, ahora sean sujeto de una negociación. Y hacer un “acuerdo nacional” para realizar unas obritas de beneficencia en veredas apartadas suena innecesario. Además, hasta ahora el entendimiento del acuerdo nacional que ha tenido la coalición gubernamental en el Congreso ha sido la de “yo propongo y tu acuerdas no cambiarle ni una coma”.
¿Qué dirían Alberto Lleras o Carlos E. Restrepo de esta pantomima de canapé republicano? Otra vez vale pena citar a Marx: la historia suele repetirse, primero como tragedia y luego como farsa.