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El presidente de la República ha proferido dos importantes discursos recientes, uno en Bruselas en el marco de la Cumbre de los Pueblos y el otro en la instalación de las sesiones ordinarias del Congreso el pasado 20 de julio.
Es importante recordar que las dos intervenciones fueron realizadas por la misma persona, aunque a primera vista difícilmente se podría llegar a esa conclusión. Son tan disímiles y contradictorias entre sí que no es del todo imposible que se trate de un extraño caso de desdoblamiento de la personalidad.
Mientras que el 20 de julio el presidente mostró su más amable cara de doctor Petro, en un discurso pausado y conciliador proponiendo inclusive un nuevo “acuerdo nacional”, en Bélgica tuvimos a míster “comandante Aureliano”, un furioso y radical activista anticapitalista, que le imploró a su audiencia “recuperar el feeling de Rosa Luxemburgo…O el de Gramsci, o el de Marx, o el de Lenin”.
Como lo recordó Andrés Caro en su columna de La Silla Vacía, hay que tomarse en serio las ideas de un presidente que tiene pretensiones intelectuales, así no sepamos realmente bien cuales son: si las pragmáticas o las revolucionarias.
En la novela de Robert Louis Stevenson la personalidad de míster Hyde paulatinamente va absorbiendo la del doctor Jekyll, hasta que las transformaciones se logran de manera espontánea sin que medie la ingestión de la pócima mágica. El autor nos da a entender que esto ocurre porque la personalidad preferida del protagonista es la de Hyde -el señor malvado, autocomplaciente e indiferente ante el prójimo- y que la del doctor Jekyll, amigable y generoso, le es inconscientemente incómoda.
Ya vimos cómo el presidente autodestruyó la primera coalición de gobierno, la cual le había funcionado bastante bien. Destituyó a sus ministros técnicos, que jugaban un papel moderador y se lanzó a la calle. Su llamado a un nuevo acuerdo nacional -que no detalló- suena vacío y engañoso. Simultáneamente, ante la caída bochornosa de la ministra de minas (“una ministra excelente”, en sus palabras del 20 de julio) nombró a un exmilitante de las Farc, sin experiencia alguna, para dirigir una de las carteras estratégicas del gobierno.
El presidente, al igual que el personaje epónimo de Stevenson, se siente más a gusto cuando es míster “comandante Aureliano” no el doctor Petro. El fundamentalismo ideológico de Petro es su signo distintivo. Su pensamiento poco o nada ha cambiado desde que era un estudiante en la Zipaquirá de los años 70, aunque el mundo actual sea totalmente diferente.
Pretender que este gobierno hará un giro hacia a la mesura, buscando amplios consensos nacionales y concertando las reformas es una peligrosa quimera. La templanza simplemente no está en su naturaleza. Lo que hemos visto hasta ahora son retrocesos tácticos forzados por una oposición cada vez más efectiva. No debemos llamarnos a engaños, este es un gobierno de izquierda radical que forzará su agenda estatista y autocrática hasta donde pueda o hasta donde nosotros, quienes creemos en el estado de derecho y en la democracia liberal, los dejemos.