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“Estamos peor, pero estamos mejor, porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora que estamos mal, pero es verdad”, decía Cantinflas en ‘Su Excelencia’, la parodia del poder rodada en 1966 que podría describir, no a la República de los Cocos, sino a la República Petrista.
Porque eso es lo que el universo bodeguero del gobierno nos ha querido vender: que antes todo estaba mal pero que creíamos que estábamos bien, pero ahora, que estamos mal, estamos mejor, porque es verdad que estamos mal. Cantinflesco análisis, sin duda.
Uno lo podría describir como el síndrome de Transmilenio. Antes de su implementación no había en Bogotá un sistema de transporte. Había cientos de miles de buses y busetas afiliados a alguna “cooperativa” que salían a pescar pasajeros por doquier. Se llamaba la “guerra del centavo”. La congestión era monumental y la contaminación peor. Cuando se desgranaba uno de esos racimos humanos que colgaba peligrosamente de la puerta del vehículo había muertos y heridos.
En 2000 Peñalosa dio un salto cuántico en materia de transporte cuando introdujo el sistema de buses articulados con carriles exclusivos. Pero era solo un primer paso. Las alcaldías de izquierda que siguieron se dedicaron a desprestigiar al sistema. En vez de invertir en mejoras para aumentar su capacidad y eficiencia lo sometieron al marchitamiento. Tanta desidia cumplió su cometido: la gente empezó a odiar los articulados. Ante la desesperanza la quimera de un metro subterráneo fue vendida por los demagogos como el santo grial del transporte. Nunca importó que fuera irrealizable porque su propósito no era mover personas sino votos.
Extrapolado al país, el petrismo pretende replicar el síndrome de Transmilenio con toda la institucionalidad vigente. A pesar de los avances evidentes de las últimas décadas la percepción de los colombianos sobre el progreso del país es difusa. Al igual que los pasajeros de Transmilenio, que denigran del sistema, pero poco se acuerdan de la guerra del centavo.
Lo cierto es que no hay ningún indicador socioeconómico en Colombia que no haya mejorado de manera significativa en los últimos treinta años.
Entre 2003 y 2023 el PIB per cápita colombiano en paridad de poder adquisitivo creció 159%, más que Estados Unidos, Canadá, Chile, Brasil y México. Ni siquiera en materia del Coeficiente de Gini -el indicador favorito del progresismo colombiano- las cosas son como las pintan. Igualdad no significa riqueza ni bienestar. Por ejemplo, Guinea-Bissau, uno de los países más pobres del mundo, tiene un mejor Gini, o sea es más “igual”, que el Reino Unido por la sencilla razón de que todos sus habitantes son más o menos igual de paupérrimos.
Es razonable que las personas exijan mejores condiciones, pero no destruyendo lo que funciona sino mejorando lo que hay. Como diría Cantinflas, antes de Petro estábamos mejor pero no porque fuera mentira. Ahora, en cambio, estamos peor y eso no es bueno, porque es verdad.