.
Analistas 25/01/2023

Futurología artificial

Si usted teclea las palabras “colombiano, divierto, amigos y Petro” en GPT-3 -la nueva aplicación de Inteligencia Artificial que está causando sensación en el mundo- esto es lo que arroja: “Soy colombiano. Me divierto y tengo muchos amigos. Voté por Petro. La vida cambió tras eso. El Gobierno me arrebató todo. Destrozaron mi empresa. Me despojaron de todo. Estoy arruinado. Se apropiaron de mi plata y de mi futuro. Se quedaron con mi vida”.

Y si uno continúa con la conversación y pregunta: “¿Por qué te arruinaron?”. La aplicación responde: “Porque era un patriota. Defendí mi país. Les dije no a las drogas y al crimen”.

Esto, por lo menos, fue lo que le arrojó al columnista Diego Santos cuando realizó el experimento.
El GPT-3 funciona basado con un algoritmo probabilístico que cuenta con 175 millones de parámetros y que ha sido entrenado en una inmensa base de datos textual de 570GB extraída de internet. Es, según los que saben, la red neuronal más grande del planeta y está entrenada para el “meta-aprendizaje”. Es decir, aprende de manera autónoma en la medida en que utiliza.

El resultado del experimento aquí relacionado debería encender las alarmas en el gobierno, si no estuviera tan preocupado en anunciar la milagrosa construcción de autopistas en quince días o inexistentes ceses bilaterales del fuego. El GPT-3 no es uribista, ni neoliberal, ni pitiyanqui, ni es un instrumento de la oligarquía. Tampoco es una creación de la CIA para desestabilizar a los gobiernos progres del mundo.

Es un programa que, básicamente, escanea el internet buscando asociaciones de palabras que ordena según reglas gramaticales y de probabilidad. No es mucho más que eso. En la interfase de GPT-3 utilizada en el experimento (disclaimer: hay varias y en este caso no se utilizó la de OpenAI, los resultados, por lo tanto, pueden variar) emergió el anterior texto apocalíptico que no necesariamente describe la realidad del país. La máquina no es un ser racional ni sentiente, ni sirve para predecir el futuro. Lo que la máquina hace es recoger lo que está allí, en Wikipedia, redes sociales, blogs, noticias, artículos e informes, en millones de líneas de texto escritas por millones de personas.

Y eso es lo que debería preocupar a quienes ocupan la Casa de Nariño. Lo cierto es que la sabiduría cibernética acumulada durante décadas no deja bien librados ni al gobierno ni a los programas del mismo. La desconfianza y la incertidumbre -que poco han hecho para despejar y mucho para alentar- está profundamente enquistada en el ciberespacio. Los impuestos expropiatorios, el hostigamiento a las empresas y los cambios de reglas de juego se reflejan hasta en las inertes palabras de un robot.

Así las cosas, de nada servirán las portentosas bodegas y los ejércitos de influencers debidamente motivados para cantar las gestas del gobierno. Por mucho esfuerzo que derrochen “comunicando”, por mucho discurso, intervención y Twitter presidencial, la difusa conciencia de internet está pronosticando un muy oscuro panorama para el país.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA