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Analistas 11/09/2024

Guerra al empresariado

No deja de ser una inmensa contradicción que por cada llamado al “acuerdo nacional” que hace el Presidente hay una diatriba calumniosa en contra del empresariado. La última vez los llamó “asesinos”, como si la acusación fuera un simple llamado de atención o un desliz verbal.

Esta esquizofrenia que se manifiesta recurrentemente lo que esconde detrás es, además de un insondable resentimiento, un grave desconocimiento de cómo funciona la economía.

El petrismo nunca ha abandonado el marxismo. Existe en ellos la convicción de que lo que ganan unos es porque lo perdieron otros. El capitalista, dicen, extrae la plusvalía de los trabajadores, lo que hace que los primeros cada vez sean más ricos y los segundos cada vez más pobres.

Este dogma que ha causado millones de muertos es sencillamente falso. La economía de mercado, como está plenamente probado una y otra vez, genera valor y bienestar en toda la sociedad. Puede que unos ganen más, pero todos acaban ganando algo.

A diferencia de los que todavía defienden las teorías devaluadas de Marx & Co. el pueblo colombiano parece no compartir el diagnóstico del gobierno. En todas las encuestas que se hacen el empresariado es la institución más respetada por la gente. En la más reciente de Invamer, por ejemplo, su imagen positiva más que dobla la imagen positiva del presidente.

Esto explica la agresión in crescendo de Petro en contra del empresariado. En el reciente paro camionero hizo todo el esfuerzo por dividir el gremio entre grandes transportadores y camioneros “de base”, o sea entre los que consideraba eran los ricos y los pobres, sin reparar en el hecho de que los que estaban haciendo los bloqueos eran solamente estos últimos.

Al mismo tiempo en que lidiaba con unos camioneros enfurecidos con el alza abrupta de su principal insumo ocurrió otro suceso que reflejó el odio del gobierno con el empresariado. El Ministerio del Trabajo anunció la suspensión de la operación de Andrés Carne de Res por la ocurrencia de un desafortunado accidente laboral. El Presidente celebró en su X la desproporcionada decisión dejando un tufillo de resentimiento social en aire. Era más importante castigar el esparcimiento de unos “privilegiados”, como describieron las redes sociales a los comensales del lugar, que el trabajo de miles de personas que pudiesen quedar cesantes por la decisión. Días antes, hay que recordarlo, había acusado a las aerolíneas y los proveedores de combustible de avión de formar parte de un golpe blando en su contra.

En la medida en que los fracasos del gobierno sean más evidentes y su popularidad se erosione aún más los institutos paranoicos del petrismo entraran en sobremarcha. Ya no solo estamos frente a excesos retóricos, sino que algunos de sus calanchines en ministerios y superintendencias empezarán a abusar de sus funciones para amedrentar y castigar a aquellos que se desvíen de la línea oficial. Quedan dos años de mandato del “cambio” y la guerra en contra de los empresarios está solo comenzando.

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