MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Donald Trump quiere que los panameños le regresen el canal a los Estados Unidos. Alguien le dijo al presidente entrante que estaban cobrando muy caros los derechos de tránsito de las embarcaciones gringas a través del istmo. Afirma, inclusive, que recuperará el canal a la fuerza de ser necesario.
Bienvenidos al imperialismo del siglo XXI, que se parece bastante al imperialismo del siglo XIX. Atrás parecen quedar las alianzas, tribunales y organizamos multilaterales que se suponían iban a crear una especie de gobernanza global que llevaría al planeta por una senda de progreso y paz. En su reemplazo nos anuncian el regreso de la diplomacia de las cañoneras.
Aunque nadie duda de la actual soberanía de Panamá sobre su territorio y su canal, en esta materia siempre es bueno empezar por el principio. No fue tanto que Estados Unidos se tomara Panamá en 1903, sino que Colombia la perdió. Marroquín después de firmar con Roosevelt un tratado para construir el canal por Panamá (en vez de hacerlo por Nicaragua) y de solicitarle a los yanquis ayuda para derrotar a las tropas liberales en el istmo, (algo que hicieron, por eso la paz se firmó en el buque Wisconsin) les puso conejo. La cachacada de Marroquín consistió en darle instrucciones al senado colombiano para que negara la ratificación del tratado con miras, presuntivamente, a renegociar términos más favorables. Pero Roosevelt no se iba a dejar mamar gallo y armó un movimiento independentista que pronto caló ante el descache monumental del gobierno colombiano. Nunca hubo que invadir ningún territorio, el soborno de la guarnición al mando de un general boyacense fue suficiente.
El regreso de lo que, a lo menos, será la retórica imperial por parte de Trump no presagia nada positivo para la región. Si alguna lección deja la experiencia de Marroquín es que ante un jugador impredecible lo mejor es no provocarlo. El instinto del matón de recreo es cascarle a cualquiera que desafíe su arbitrariedad. Esto no quiere decir que los sátrapas en Venezuela, Nicaragua o Cuba deban temer. El bully sabe con quién se mete. Martirizar al débil es suficiente satisfacción. Riscar un puñetazo por otro igual de gañán no está en los planes.
Petro seguramente caerá en la provocación. Él no tiene aliados poderosos en Rusia, ni China. Si los intenta conseguir extemporáneamente las cosas serán peores. Hay dos temas en donde le tocará bailar al ritmo que le ponga Trump: drogas y migración. El aumento de los cultivos de coca de la mano de los carteles mexicanos, prontamente declarados “organizaciones terroristas”, les dará potestad para perseguirlos en cualquier parte. Y la guachafita en el Darién se tendrá que acabar. Las bacrim que sifonan buena parte de los buscadores de asilo truchos son una amenaza para seguridad nacional de Estados Unidos (y de Colombia).
Es difícil saber si después de Trump regresaremos al mundo del más fuerte, ese de las cañoneras, o si el sistema internacional de la posguerra logra sobrevivir y remozarse. Ojalá sea lo segundo, porque lo primero nunca acabó muy bien.