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“Si uno no sabe para donde va, no importa el camino que tome” le decía el gato a Alicia en su viaje por el País de las Maravillas.
Con la economía devastada por el covid y los draconianos (y quizás innecesarios) encierros; el desempleo disparado y con la ciudadanía desmoralizada y aturdida, no hay en el horizonte liderazgo gubernamental que marque una ruta para salir de este pasmoso embrollo.
Como país, no solo no sabemos para donde vamos, sino que tampoco estamos escogiendo camino alguno. Por eso es bienvenida la carta de los economistas, firmada por los líderes de la profesión -entre quienes se encuentran varios exministros de hacienda, ex directores de planeación nacional y notables académicos- donde plantean tres sencillas fórmulas para generar de urgencia un millón de empleos.
La primera es un programa de pequeñas obras intensivas en trabajo (que “reparen vías, cuiden los bosques de la deforestación, refuercen la enseñanza a niñas y niños, pinten y reparen colegios y otros edificios públicos”, dice la carta) con lo cual se pueden crear medio millón de ocupaciones. La segunda es la flexibilización temporal del trabajo, reduciendo el salario mínimo y los aportes pensionales y parafiscales, que podría contribuir a 350.000 trabajos y la tercera es la aceleración de la inversión pública en vías terciarias donde se puede, creando tres turnos, aumentar en 150.000 los ocupados.
No hay nada de ciencia nuclear en la propuesta, pura política rooseveltiana de gasto público para generar empleo, que es, precisamente, lo que se necesita en estas circunstancias: medidas de choque prácticas, financiadas por el gobierno para poner a la gente a hacer algo. Y su simpleza es su mayor virtud, no se trata de la implementación de la elusiva economía naranja o de grandes proyectos de infraestructura que en el mejor de los casos tardan años en planearse y ejecutarse. Cuidar bosques, pintar edificios y barrer las calles, eso es todo.
Enconchados, como le suele ocurrir a los gobiernos que tienen el sol en las espaldas, la carta de los economistas puede caer en oídos sordos. Además, el hecho de que algunos de los firmantes hubieran sido ex funcionarios del mandato anterior puede reavivar celos y prevenciones injustificadas.
Sería una lástima que se interprete este gesto patriótico como una puya de los antecesores o como una maniobra política: el palo no esta para cucharas. El gobierno parece no haber desarrollado una respuesta contundente a la crisis económica y social generada el covid y si, en efecto, la tiene, es evidente que no la ha comunicado efectivamente.
Sería tranquilizante ver una reunión de trabajo entre el presidente y los economistas firmantes de la carta para discutir a fondo la propuesta y materializar su alcance. Puede que muchos de los proyectos del ejecutivo ya contemplen algunas de las medidas plasmadas en la comunicación. Lo que se necesita ahora es una convocatoria a la unidad nacional para que todos se pongan a remar en la misma dirección.