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La crisis ya lleva un par de meses y se desarrolla en lo que en quechua se conoce como Puliwya Achka Aylluska Mamallaqta, en aimara lleva el nombre de Wuliwya Walja Suyunakana Marka y en guaraní es Tetã Hetãvoregua Mborívia. O, en simple castellano, en lo que antes era la República y ahora es el Estado Plurinacional de Bolivia.
Según los reportes de prensa, hay crecientes colas de personas frente a las oficinas del banco central esperando comprar dólares, los cuales cada día parecen ser más escasos. Ya se acabaron en los bancos privados, en las casas de cambio y hasta en el mercado negro. Los compradores han tenido que contentarse con otras divisas, pero estas también se agotan. No hay euros ni pesos chilenos. Ni siquiera soles peruanos.
El banco central insiste en que todo está ok. Nuestra economía es “fuerte, solvente y estable” anuncian en los comunicados de prensa, lo cual de por sí, debería prender todas las alarmas: cuando las autoridades monetarias tienen que salir a pedir calma es porque no hay absolutamente ningún motivo estar calmado.
No lo está, por lo menos, el presidente de la antes república y ahora estado plurinacional, quien le ha pedido al congreso autorización urgente para vender 43 toneladas de oro de las reservas internacionales, un gesto que no resulta precisamente tranquilizante. Como tampoco lo es el último reporte del banco central de febrero pasado (y desde ese entonces suspendido) que decía que solo quedaban divisas para dos semanas de importaciones.
Lo que vive Wuliwya Walja Suyunakana Marka, antes conocida como Bolivia, es la cuenta de cobro del modelo socialista que se instaló en 2006. La misma que le pasaron a Venezuela en 2012 y a Argentina en 2018. La nacionalización del gas le permitió al gobierno de Evo -y del hoy presidente Arce, su ministro de finanzas- exprimir hasta decir no más esa vaca lechera. Nunca hubo nuevas inversiones. Se derrocharon en la parranda populista US$50.000 millones y no se abrieron nuevos pozos ni se cambió un tornillo. El año pasado Bolivia se convirtió en un importador neto de hidrocarburos.
Con los bonos bolivianos a 2028 cotizándose a US$0,52 nadie le presta un centavo al país. Si se profundiza la crisis cambiaria, se romperá la paridad fijada desde 2011. La moneda se devaluará masivamente y la inflación, hasta ahora contenida artificialmente, será brutal. El empobrecimiento inmenso.
Los colombianos debemos prestar atención a lo que ocurre en Puliwya Achka Aylluska Mamallaqta, antes conocida como Bolivia. Nuestro gobierno comparte el mismo ADN de la dupleta Evo-Arce. El marchitamiento del sector de hidrocarburos por inanes motivos ambientales es un suicidio fiscal. El sector privado está siendo desangrado con regulaciones e impuestos. Aumentar la rigidez y el costo de la contratación laboral traerá más desempleo. Estatizar el flujo del ahorro pensional afectará la confianza de los tenedores de deuda nacional.
Pero eso poco parece importarle a Petro y compañía. El socialismo, como es bien conocido, funciona hasta que se acaba la plata de los demás.