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Analistas 02/10/2019

Lecciones de un video

Hace unos días se hizo viral un video del ciclista Germán Darío Gómez, quien tuvo un pinchazo en la carrera junior del Mundial de Ciclismo que se celebraba en Inglaterra, donde se ve cómo pasa vehículo tras vehículo sin que le presten ayuda alguna hasta que, frustrado, irrumpe en llanto mientras camina hacia la meta cargando las partes de su bicicleta y todas las ilusiones de años de esfuerzo y dedicación. Es una imagen conmovedora.

Como era de esperarse, las redes sociales explotaron en indignación y salieron a buscar culpables. Esta es una pequeña muestra de los comentarios en Twitter: “Germán Darío, este país no merece tu esfuerzo”; “Esto es ser colombiano. Un deportista hecho a pulso y abandonado en el camino arrastrando esa patria triste hasta el final”; “Otra muestra del desprecio que hay por el deporte colombiano”; “Le destrozaron los sueños”; “Solo te queda llorar de la frustración de que tu país no te respalde cuando más lo necesitas”; “@fedeciclismocol ustedes son una manada de hptas, lo que le hicieron a Germán Darío Gómez no se le hace a ningún ciclista”.

Y así por el estilo. En horas se publicaron centenares y centenares de diatribas en contra de la Federación Colombiana de Ciclismo (FCC), la UCI, Coldeportes, el Gobierno Nacional, los políticos, los dirigentes deportivos, el país y todos los colombianos.

Al día siguiente las emisoras de radio entrevistaron a Germán Darío con el claro objetivo de echarle más leña a la hoguera, pero el joven ciclista los decepcionó, al igual, supongo, que decepcionó a los miles de tuiteros enfurecidos.

En resumidas cuentas, Germán Darío, con paciencia y buen ánimo, explicó lo sucedido: “estuve de malas”. En efecto, eso fue lo que pasó. El carro auxiliar de la FCC estaba en el lugar 21 de la fila -su lugar asignado-, era ilegal adelantarse y el lugar donde se pinchó era estrecho y le resultaba difícil a cualquiera parar. Añadió, además, que lo habían llamado Mariana Pajón y Egan Bernal para darle ánimo: “fresco, estas cosas pasan”, fue más o menos lo que le dijeron.

Ninguno de los tuiteros enfurecidos ha salido a pedirle excusas a la FCC, ni a la dirigencia deportiva, ni al Estado, ni a nadie. Esta opinión exprés es rápida para criticar y condenar, pero impávida a la hora de rectificar. Ya sabemos que en el ciberespacio la verdad poco importa: importan los likes, los retuits y las tendencias. El problema es que el costo lo acaban pagando las instituciones.

En este caso, las instituciones deportivas; sean las federaciones, Coldeportes, el Comité Olímpico o los órganos internacionales. Sin estas ninguno de los grandes deportistas colombianos, por mucho esfuerzo y talento desplegado, hubieran llegado a donde están. Las permanentes e injustificadas críticas a las instituciones acaban minando su legitimidad, hasta que se derrumban como un edificio carcomido por el gorgojo. Esto no es para celebrar: cuando los edificios se caen se pueden caer encima de los que hicieron todo el esfuerzo para derribarlos.

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