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Todo era una pantomima. Los guerrilleros de las Farc nunca iban a dejar las armas, o las que dejaron eran solo fierros viejos. La idea siempre fue seguir traqueteando y delinquiendo con la impunidad asegurada por la JEP y con la ayuda del Estado. Todo para permitir una toma del poder por la vía de las urnas, como lo había hecho Chávez. Eso era el plan y los anuncios de Márquez y de Santrich son la prueba reina de que esto era así desde el puro principio.
Ok. Seamos serios. Esto es lo que algunos muy vocales contradictores del proceso quisieran que creyéramos. Ellos tal vez lo creen. Pero la realidad es otra. El proceso de paz de Santos logró el fin de las Farc como grupo armado. Eso es un hecho. Logró, también, desmovilizar a más de 13.000 combatientes, entre ellos a los cuadros más representativos de la organización. Eso es otro hecho. La inmensa mayoría de los desmovilizados no han reincidido y casi una tercera parte intentan hacer una vida normal en los 24 espacios territoriales de capacitación y reincorporación. La JEP no es una máquina de impunidad. Es una institución que debe juzgar hechos ocurridos en contextos de extrema anormalidad donde el sistema de justicia ordinario resulta inadecuado. De todas formas, es mucha más justicia que la que se les aplicó a los guerrilleros del M-19 y del EPL. Y los famosos PEDET son una forma de hacer que el Estado haga, en las zonas más abandonadas y violentas del país, lo que siempre ha debido hacer y no hizo.
¿Que se negoció con asesinos, violadores y secuestradores? Sí, es cierto. La paz se hace con los enemigos y los enemigos hacen cosas horribles. Por eso se negocia: para que dejen de matar, violar y secuestrar. ¿Que el acuerdo pudo ser mejor? Quizás, pero siempre el mejor acuerdo es que se hace y no el que se pudo hacer. ¿Que las Farc buscan con la paz lograr lo que no lograron por las armas? De eso se trata: que se sometan a las reglas de la democracia y que cambien las armas por votos. ¿Que siguen delinquiendo? Era de esperar que algunos reincidieran. Por eso se acordó que los que continuaban delinquiendo no tenían ningún beneficio por el pasado y se les aplicaba todo el peso de la ley para hechos futuros. ¿Que Santos le vendió el país a las Farc? Jajaja. ¿Que Santos compró el Nobel? [Poner aquí emoji de cara sorprendida]. ¿Que Santos es un agente infiltrado de castro-chavismo? ¡Plop!
Desestimar los logros reales del proceso de paz por caprichos políticos no solo es mezquino, sino que pone en la misma cama a los recalcitrantes de derecha y de izquierda. La ironía del asunto es que estos enemigos acérrimos tienen un propósito común que los une con pasión: volver a los viejos tiempos donde ambos tenían un pretexto para matarse. Ambos añoran el país de las masacres, las bombas, el estado de sitio, las pescas milagrosas y los laboratorios de coca. Ese es su mundo: el de la violencia, aquel por un momento parecieron haber perdido y del cual nosotros, el resto de los colombianos, debemos escapar como sea.