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Analistas 23/10/2024

Nadando en coca

Una de las narrativas más nocivas del universo bodeguero petrista -financiado con los dineros de los contribuyentes, valga decir- es aquella que celebra las incautaciones de coca como un golpe a las “oligarquías mafiosas que nos han gobernado durante doscientos años”.

En este mundillo alternativo de resentimiento puro, la llamada clase dirigente del país, es decir, empresarios, políticos y periodistas, han sido los pilares del narco-estado que rige en Colombia desde hace varias décadas. Son cómplices y beneficiarios de estas mafias, son su soporte y escudo. Por eso, dicen, la política del “cambio” consiste en atacar las cadenas de distribución de narcóticos y no al pequeño campesino que, según la narrativa, se ve obligado a sembrar coca para subsistir.

La fumigación y la sustitución de cultivos acaba castigando a los más necesitados, mientras que las “oligarquías traquetas” se benefician de la plusvalía generada en la cadena.

Esto es una fantasía delirante, como muchas de las que pululan en la imaginación de quienes nos gobiernan. Para empezar, es totalmente falsa en sus premisas. Sin una política de destrucción y sustitución de cultivos ilícitos el país esta condenado a nadar en coca.

Fue un error suspender la fumigación aérea con glifosato, a pesar, inclusive, de sus impactos en materia social y ambiental. Sin un garrote que acompañe la zanahoria las comunidades marginadas revierten al cultivo de la hoja de coca y acaban siendo esclavos de las organizaciones criminales.

El daño al medio ambiente causado por la fumigación es mucho menor que la deforestación causada por la expansión de los cultivos. Igual ocurre con la contaminación de las fuentes de agua por el uso de los insumos químicos necesarios para fabricar cocaína.

Sin hablar del deterioro del tejido social generado por la consecuencial subyugación de las comunidades por parte de las verdaderas mafias, lo cual incluye reclutamiento forzado, extorsión, intimidación, asesinato de líderes sociales y, en general, un colapso de la civilidad.

Celebrar solo las incautaciones es una falacia. Si hay crecimiento exponencial de los cultivos de coca, como en efecto ocurre, el potencial de producción de cocaína se dispara. Este año será la astronómica cifra de 2.664 toneladas métricas, de las cuales unas 709 toneladas han caído en manos de las autoridades.

Los acólitos del régimen aplauden como focas sin darse cuenta que la tasa de incautación, que resulta de dividir el potencial de producción por lo incautado es de 28%, es la más baja en 12 años.

Esto deja claro que la política antinarcóticos de Petro ha sido un total fracaso. Más coca, más violencia, más crimen, más pobreza, más destrucción ambiental, más injusticia social. Menos Estado, menos oportunidades, menos seguridad. Ahora propone comprar la cosecha de coca, lo cual no puede sino aumentar el problema.

Más sencillo hubiera sido proponer una garantía de compra, como la que existe para el café, para los productos alternativos que las comunidades pudiesen cultivar. Eso sería lo sensato, pero, por eso mismo, en este gobierno no va a ocurrir.

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