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La Semana Santa empezó con una premonitoria columna de Vargas Lleras: los bogotanos expiaremos nuestros pecados atravesando el infierno que es el regreso a la capital. Así fue. A pesar de los esfuerzos de las autoridades viales y de la paciencia de los viajeros, la falta de infraestructura de acceso a la ciudad es cada día más dramática. Pronto los bogotanos quedaremos atrapados intramuros, como si estuviéramos sitiados en una ciudad medieval.
Sin embargo, no todo son notas amargas. Este columnista estuvo en el departamento del Huila, un nuevo destino turístico del país, con mucha promisión y algunos avances. Con vuelo directo desde Bogotá a Pitalito, a 40 minutos de allí está San Agustín, una de las joyas por descubrir para colombianos y extranjeros. Les tiro un dato: en los años 70 llegaban más viajeros este lugar que a Machu Picchu. El parque arqueológico está en condiciones impecables, aunque nuestro guía oficial regurgitó un guion insulso salpicado de clisés políticos (¡y nos intentó vender una guaca!). La infraestructura turística de la zona ha mejorado con la introducción de hoteles y restaurantes que superan el estándar mochilero y de caja de compensación. No obstante, algo de razón tienen los locales cuando se quejan de que la atención de las autoridades nacionales de turismo -casi siempre en cabeza de costeños- se dirige a más los destinos de playa que a los de cultura y montaña.
La siguiente parada fueron los embalses del Quimbo y de Betania. La vía, que deberá algún día ser de doble calzada, se contrató con los señores Solarte, por ahora más ocupados en evitar la cárcel que en reparar el derrumbe a la altura de Pericongo, para la furia de las comunidades que aún no superan las heridas abiertas por la construcción de las represas. De todas formas, es innegable que los dos espejos de agua generan impresionantes paisajes acuáticos cuya explotación turística no ha empezado.
Finalmente, llegamos al desierto de La Tatacoa, un parque regional cuyo manejo le quedó grande a la CAR local. Buses, paseos de olla, cabalgatas, cuatrimotos, cabrito asado, glamping, camping, astrólogos, Toyotas con placas de Medellín, chamanes, achiras y lluvia. Si, lluvia. Llovió en el desierto en Semana Santa, al igual que en toda Colombia. Si no se ordena el caos en que se ha convertido el desierto de La Tatacoa, con la mano firme de Parques Nacionales, este espectacular destino pronto se convertirá en el chiquero más grande del país.
Crear Cancún y desarrollar destinos como Costa Rica y República Dominicana tardó casi 40 años. Los destinos turísticos del Huila hasta ahora empiezan. Recordemos que antes del proceso de paz de Santos, lo más grave que le podía ocurrir a un turista no era intoxicarse con un tamal, sino un secuestro. De todas formas, además de la seguridad física, para que lleguen inversión y visitantes se debe tener un marco institucional que ordene y regule, no solo para que la actividad sea sostenible, sino para que su beneficio les llegue a todos.