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Cerca de un millón de personas en todo el país salieron a marchar en contra del gobierno de Gustavo Petro. No fue una marcha de la “derecha”, como la han querido enmarcar sus destinatarios. Fue una marcha de la oposición. Esta vez su sumaron figuras representativas del centro político, como Alejandro Gaviria, Sergio Fajardo, Claudia López, Catherine Juvinao, además de personajes como David Luna y Germán Vargas Lleras.
La radicalización del régimen petrista es el combustible de la movilización. El llamado inconstitucional a una constituyente y la implementación de una reforma a la salud vía intervenciones ilegales encendieron todas las alarmas. La gente tiene toda la razón en protestar en contra de un gobierno que irrespeta a las instituciones y estigmatiza a sus contradictores.
La pregunta es ¿qué viene ahora? Algunas voces en el gobierno han llamado a la “reflexión y autocrítica”. Otros le atribuyen el problema a “mala comunicación” y los más insisten en la confrontación. Entre ellos, el señor presidente de la República.
Si es cierto que desean un viraje lo primero sería abandonar la idea de la constituyente. Mientras ese zombi caníbal exista será imposible acuerdo alguno. El siguiente paso sería desescalar la violencia verbal del presidente. Basta ya de calificar a cualquier contradictor de mafioso, esclavista, explotador, asesino, etc. Después se podrían concertar algunas de las reformas. Cuando el gobierno cedió en la pensional, logró la aprobación de un proyecto aceptable. Un buen mensaje antes de una nueva reforma a la salud sería devolver las EPS intervenidas a sus propietarios, aumentando la UPC (algo sobre lo cual hay cierto consenso). Y así, poco a poco, se podría retornar a cierta civilidad política hasta las próximas elecciones.
Sin embargo, esto puede ser pensar con el deseo. El alacrán siempre va a picar a la rana, así ambos se hundan en la mitad del río. Es su instinto. Lo más probable es que se den algunos amagos de diálogo y luego más bilis cuando al presidente se le suelte la cadena en alguna gira regional. Bajarse de la constituyente no es tan fácil porque es la carta que tienen para venderle la “paz total” a las bacrims, además de ser el camino que les queda para la reelección. Moderar sus inconvenientes reformas será difícil. Hay en la izquierda colombiana una pulsión de muerte que los hace preferir el fracaso absoluto al éxito parcial.
La oposición es la gente, como dijo Gabriel Silva. Si los del gobierno querían su constituyente primario, ahí lo tienen pintado. No es necesario en este momento formular alianzas políticas formales que puedan ser infamadas por las bodegas petristas. Con cada loro en su estaca, pero silbando la misma canción, es suficiente. Los candados instituciones representados en el congreso, las cortes y los entes de control deben estar a la altura de las circunstancias. Por ahora, lo importante es superar las divisiones personalistas del pasado. Después, la dinámica electoral -y lo que probablemente serán más acciones autocráticas del gobierno- llevará a puntos de encuentro.