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Durante las últimas semanas se han visto una serie de manifestaciones en Francia, que han terminado por tornarse violentas, los choques entre la gendarmería francesa y los reclamantes recorren las primeras páginas de los principales periódicos y agencias de noticias del planeta. Lo curioso de este asunto es que los protagonistas de estas marchas callejeras portan un llamativo chaleco amarillo; esto es así porque la protesta la encabezan conductores de vehículos que sienten como su ingreso se ve menguado por un impuesto que grava los carburantes de tipo diésel y fuel; el cual es más económico que la gasolina convencional.
El chaleco amarillo reflectante, según la legislación de transito de la Unión Europea, se debe portar al momento de realizar una reparación del automotor; este artefacto ha terminado por convertirse en símbolo de la tensión entre los ciudadanos franceses y el gobierno que preside Emmanuel Macron. Paradójicamente estas manifestaciones no están reclamando ninguna reforma al sistema de tributación, ni siquiera están pidiendo mejores condiciones de bienestar a costa del erario; por el contrario, lo que reclaman es que el Estado no crezca desmesuradamente.
El Presidente Macron se ha metido en un problema con sus ciudadanos, en función no de cerrar una brecha fiscal, sino de contribuir a la mejora de ambiente, porque este tributo lo que busca es reducir emisiones contaminantes provenientes de combustibles que producen una mayor degradación del ambiente. Sin embargo, no está claro si este impuesto mejoraría la calidad del aire de Francia. Lo que sí está plenamente probado es que dicha erogación por parte de los contribuyentes terminaría afectando a una capa de la población vulnerable, porque quienes emplean estos carburantes, son dueños de motocicletas y vehículos utilitarios, que destinan para su actividad laboral, que está relacionada con distribución de pequeñas mercancías o actividades que requieren del uso del vehículo de bajo costo que emplean fuel o diésel.
Tras este episodio se abre un viejo debate, porque colocar mayores impuestos es propio de gobiernos de corte social, que ven en la ampliación del Estado la solución a los problemas de equidad y desarrollo económico. Solo que basta recordar que fue en la sociedad francesa donde surgió la idea que reducir la injerencia del Estado es ideal para impulsar el avance de la sociedad.
Así que la Francia de hoy retoma la idea de la Revolución Francesa, es decir que no le coloquen más tributos, así sea en nombre del ambiente, porque termina por sacrificar el bienestar de los ciudadanos. Macron, con esta medida, ha dado munición a los movimientos políticos de derecha que ahora pueden capitalizar las protestas a su favor; paradójicamente estas marchas tienen un amplio componente de inmigrantes que emplean vehículos de baja gama para obtener su sustento diario. La luna miel acabo para Macron con unos simples chalecos amarillos.