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Una furgoneta avanza a toda velocidad por la avenida las Ramblas, lugar obligatorio para los turistas que visitan Barcelona; el conductor frenéticamente busca atropellar a la mayor cantidad de personas, siguiendo instrucciones del manual terrorista desarrollado durante la intifada de los cuchillos del 2016 contra el Estado de Israel. Al final del día, 15 personas yacen muertas, entre las víctimas, un niño de 3 años. Los terroristas, se confundieron con la estampida humana, pero gracias a la reacción de la policía son abatidos. En el ambiente, afirmaciones como exclusión social y desempleo suelen explicar estos amargos desenlaces.
Europa ha sufrido 12 atentados de alto impacto, estas cadenas de crímenes indiscriminados los han ejecutado jóvenes entre 18 a 26 años, hijos de inmigrantes de países donde se profesa el islam, ellos son ciudadanos europeos, seculares, han tenido acceso a educación de primer mundo, receptores de la economía del bienestar, en general se desempeñan como comerciantes. Este es el caso de Abdelhamid Abaaoud, ciudadano belga, proveniente de una acomodada familia de comerciantes marroquís, se graduó del College Saint Pierre, afamado colegio de orientación católica, aun así, fue el líder del ataque más letal sobre suelo francés.
Este perfil lo siguen los hombres que adelantaron la violenta operación en Barcelona. Mohamed Hichamy, tenía un ingreso de 24.000 euros anuales, superior a la media de un ciudadano español. De acuerdo al observatorio laboral Eada Business School de Barcelona, el salario mínimo es de 10.000 euros, la media en Barcelona son los 23.000 euros, mientras que, en el país ibérico en general, es de 22.000 euros. El resto de la banda criminal tenía tarjetas de crédito con capacidad para alquilar las furgonetas empleadas en el atentado. Uno de los líderes, era propietario del Audi 3 donde inicialmente escaparon cinco miembros de la organización, vehículo que en el mercado español tiene un valor de 20.000 euros. Salh El Karib, posee un local de comercio de llamadas telefónicas e internet; mientras que el Imán que adoctrino a la célula, goza de formación en exegesis y en hermenéutica, necesaria para interpretar textos sagrados del islam. Es decir, la relación entre pobreza, ausencia de educación y terrorismo no explica estos acontecimientos. Alan Krueger, exdirector del Consejo de Asesores Económicos de Barak Obama, cuando era investigador en la Universidad de Princeton, escribió una investigación que desmentía la relación causal entre terrorismo y pobreza, tal como lo evidencian los hechos.
El profesor Efraim Benmelech encontró en su investigación que la educación jugaba en contra, esto es, a más educación del atacante, la cantidad de víctimas y heridos se incrementa sensiblemente. A la final, los ataques no buscan objetivos estratégicos ni territoriales en Medio Oriente; su fin, es que la desconfianza por la democracia europea se acreciente y que la xenofobia aumente entre los ciudadanos del viejo continente. Lo anterior, sumado a su educación, permite que jóvenes de origen árabe, alejados de la observancia religiosa entren en una crisis de identidad entre ser europeos o sus raíces semitas. Esa fractura social, es la estrategia para crear tensión entre liberalismo y radicalismo, haciendo hoy girar a occidente en torno a los extremos políticos, un fenómeno del que pocos países escapan.