MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Pocas veces en la historia de nuestro país nos habíamos visto inmersos en una situación tan compleja como en la que nos encontramos hoy. Las alarmantes cifras de pobreza reveladas por el Dane la semana anterior; los preocupantes datos de desempleo; los desesperanzadores reportes con respecto al aumento en el número de contagios y muertes a causa del covid-19; los extendidos confinamientos que han causado la quiebra de miles de empresas en el país, y las violentas manifestaciones sociales, poco o nada ayudan a aliviar este panorama económico, institucional y social tan desmoralizador.
Existe un consenso generalizado entre diversos economistas en que el país requiere, de manera urgente, una reforma tributaria estructural que permita conseguir los ingresos necesarios para estabilizar y reducir la deuda pública sin aumentar los ya muy elevados costos de financiación, así como también para mantener el tan relevante grado de inversión. Si bien la reforma tributaria es importante y necesaria en términos de responsabilidad y estabilidad fiscal, la misma es igualmente indispensable para recuperar la senda de crecimiento económico, atender la emergencia social y continuar con el apoyo de políticas sociales para la población más afectada y vulnerable de nuestro país.
Es necesaria una reforma tributaria que entienda la realidad social actual. Una reforma como la propuesta desde la Asociación Nacional de Empresarios -Andi- que sea corta, simple y efectiva, pero que esté inspirada en la democracia participativa y el bien común, que se concentre en el esfuerzo especial por parte del sector empresarial y de las personas más privilegiadas del país, en vez del de la clase media y baja.
Si bien dicha reforma implicaría un importante sacrificio en materia de competitividad, la misma tendría un carácter transitorio y permitiría recaudar alrededor de $13 billones, principalmente a través del aplazamiento de la reducción del impuesto de renta a las empresas, el aplazamiento del descuento de ICA, y un impuesto al patrimonio de 1% para personas naturales con patrimonios superiores a $5.000 millones.
Debemos ver en la actual crisis una oportunidad de reconstrucción social y de revitalización de nuestra democracia. Debemos convertir el retroceso en fuerza, los enfrentamientos en consensos, el privilegio en empatía, el miedo en esperanza y la oscuridad en luz. No podemos ser ciegos, sordos ni mudos ante la apremiante realidad que viven millones de familias en nuestro país. Es momento de imaginar y conectarnos con nuestros conciudadanos y su sufrimiento, de ponernos en los zapatos de las otras personas.
Por esto, quiero invitar a la grandeza de nuestros líderes políticos, a que tengan empatía y perspectiva, pues no es momento para individualismos, protagonismos y falta de visión. Es momento de que trabajemos en conjunto para encontrar un consenso. Es momento de crear, entre todos, un ambiente sano de intercambio de ideas que nos permita sacar adelante la reforma que el país necesita. Esta, seguramente, será una de las inversiones de mayor valor que podemos hacer como nación. Es momento de actuar. Es momento de unión.